La competencia por el dominio de la energía nuclear ha adquirido dimensiones geopolíticas sin precedentes. Mientras Estados Unidos lucha contra sobrecostos millonarios y retrasos históricos en la construcción de reactores, China ha consolidado su posición como potencia nuclear emergente, desarrollando infraestructura a un ritmo que supera al resto del mundo. Esta carrera tecnológica coincide con una explosión en la demanda energética impulsada por la inteligencia artificial, convirtiendo la energía nuclear en un activo estratégico para la supremacía global del siglo XXI.
El estancamiento estadounidense: sobrecostos de 17.000 millones y siete años de retraso
En 2013, Estados Unidos iniciaba la construcción de sus primeros reactores nucleares en décadas, proyectando un renacimiento de la energía atómica en territorio estadounidense. Sin embargo, la realidad resultó devastadora: los dos reactores se completaron con siete años de retraso y un sobrecosto de 17.000 millones de dólares, convirtiéndose en algunos de los más costosos jamás construidos a nivel mundial.
Este fracaso ejemplifica los desafíos sistémicos que enfrenta la industria nuclear estadounidense: aprobaciones regulatorias lentas, cadenas de suministro obsoletas y falta de experiencia reciente en construcción de gran escala. El resultado ha sido una parálisis industrial que contrasta dramáticamente con el dinamismo asiático.
La ofensiva nuclear china: 13 reactores completados y 33 en construcción
Durante el mismo período en que Estados Unidos luchaba por completar dos reactores, China construyó 13 unidades similares y actualmente mantiene 33 reactores adicionales en construcción, casi tantos como el resto del mundo combinado. Esta capacidad de ejecución no es casual: Beijing ha superado las barreras de sobrecostos y retrasos que paralizan proyectos occidentales.
Los reactores chinos derivan inicialmente de diseños estadounidenses y franceses, pero el gigante asiático ha desarrollado capacidades propias que le permiten construir más rápido y más barato. Para 2030, la capacidad nuclear instalada de China superará la de Estados Unidos, marcando un cambio histórico en el país que primero fisión átomos para generar electricidad comercial.
Las ambiciones de Beijing trascienden sus fronteras. El objetivo estratégico es convertirse en proveedor global de energía nuclear, uniéndose al selecto grupo de naciones —Estados Unidos, Rusia, Francia y Corea del Sur— capaces de diseñar y exportar estas sofisticadas tecnologías. «Los chinos están actuando con una rapidez increíble», afirma Mark Hibbs, investigador principal del Carnegie Endowment for International Peace y autor de un libro sobre el programa nuclear chino. «Están muy interesados en demostrar al mundo que su programa es imparable».
Tecnologías de próxima generación: la apuesta por fusión y fisión avanzada
China no solo replica tecnologías existentes, sino que está superando los límites en desarrollos de última generación. El país lidera inversiones en fusión nuclear —una fuente de energía limpia potencialmente ilimitada— con un gasto que duplica al del resto del mundo combinado, según destaca Bill Gates, cofundador de Microsoft.
«Su trabajo en fusión y fisión es realmente impresionante», declaró Gates sobre los esfuerzos chinos. Esta ventaja en investigación y desarrollo representa un cambio cualitativo: mientras China dominaba manufacturas verdes como vehículos eléctricos, paneles solares y baterías, los reactores nucleares avanzados constituían uno de los pocos ámbitos donde no había alcanzado supremacía. Esa brecha se está cerrando aceleradamente.
La revolución energética de la inteligencia artificial: 350.000 millones en juego
La carrera nuclear adquiere urgencia por un factor disruptivo: la explosión en demanda energética generada por la inteligencia artificial. Los centros de datos estadounidenses, que en 2024 representaban aproximadamente el 4% del consumo eléctrico nacional, alcanzarán cerca del 9% para 2035, más del doble en apenas una década.
Este incremento catalizará inversiones de 350.000 millones de dólares en energía nuclear, según proyecciones de Bloomberg Intelligence. La inteligencia artificial, junto con la adopción masiva de bombas de calor y vehículos eléctricos, está redefiniendo el panorama energético global.
Gates considera la energía nuclear esencial para abastecer centros de datos mientras se reducen costos eléctricos. Aunque Estados Unidos cuenta con abundantes reservas de gas natural —que generó casi la mitad de su electricidad en 2023—, «no tenemos gas natural infinito», advierte el multimillonario. A largo plazo, «probablemente la fisión o la fusión sean las formas más económicas de generar electricidad», añade, aunque reconoce que ambas tecnologías siguen siendo costosas y no están probadas a escala comercial.
Inversiones estratégicas y alianzas empresariales en el sector nuclear emergente
Breakthrough Energy Ventures, firma de inversión climática fundada por Gates, ha financiado múltiples empresas nucleares emergentes, incluyendo Commonwealth Fusion Systems (fusión) y TerraPower (fisión avanzada), esta última también fundada por Gates. Paralelamente, gigantes tecnológicos como Microsoft y Google han firmado acuerdos de compra de energía con startups nucleares para asegurar suministro futuro.
Sin embargo, Gates mantiene expectativas realistas: «La energía nuclear en su conjunto no contribuirá de forma significativa al suministro eléctrico de los centros de datos hasta 2035, y eso suponiendo que todo vaya bien». Esta proyección subraya tanto el potencial como los desafíos pendientes: aprobaciones regulatorias, cadenas de suministro para combustible de nueva generación y, en fusión, demostrar viabilidad energética neta.
El respaldo político de la administración Trump a la energía nuclear
A diferencia de otras fuentes libres de carbono como eólica y solar, la energía nuclear cuenta con apoyo explícito del gobierno de Donald Trump. En una cumbre celebrada en Utah en octubre, el secretario de Energía Chris Wright declaró ante los asistentes que «la energía nuclear volverá a estar de moda». Wright, antes de incorporarse al Departamento de Energía, formó parte del consejo de administración de Oklo Inc., empresa emergente especializada en reactores modulares pequeños.
Este respaldo gubernamental contrasta con la postura de la administración hacia fuentes renovables tradicionales, posicionando a Estados Unidos como proveedor de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) mientras simultáneamente promueve la energía nuclear como tecnología del futuro.
Google reactiva Three Mile Island: simbolismo y controversia
En una decisión cargada de simbolismo, Google ha anunciado planes para reactivar la central nuclear de Three Mile Island en Pensilvania, sitio del accidente parcial de 1979 que marcó el declive nuclear estadounidense. El objetivo es abastecer sus sistemas de inteligencia artificial mediante tecnología avanzada que reconvierta la instalación en fuente de energía limpia, estable y de alta capacidad.
La decisión ejemplifica cómo las grandes tecnológicas se están convirtiendo en actores energéticos, gestionando directamente sus propias fuentes de suministro. Sin embargo, enfrenta cuestionamientos de expertos en sostenibilidad, quienes destacan que la energía nuclear, aunque tiene bajas emisiones de carbono, genera residuos radiactivos y plantea riesgos de seguridad persistentes.
La advertencia de OpenAI: soberanía energética o derrota tecnológica
Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, ha lanzado una advertencia estratégica: Estados Unidos podría perder la guerra de la inteligencia artificial sin fuentes energéticas capaces de sostener su infraestructura digital. El entrenamiento de modelos como ChatGPT consume energía equivalente a pequeñas ciudades enteras, y esta demanda crece exponencialmente.
En contraste, China ha implementado una estrategia masiva de infraestructura energética combinando nuclear, hidroeléctrica y solar para alimentar sus centros de supercomputación. OpenAI sostiene que sin un plan energético integral, la ventaja competitiva estadounidense podría desaparecer antes de 2030.
Altman ha solicitado políticas gubernamentales que fomenten inversión en energías avanzadas, tanto nuclear como de fusión, para garantizar la soberanía digital nacional. Su mensaje es claro: el futuro de la inteligencia artificial no depende únicamente de algoritmos, sino de la electricidad que los mantiene operando.
Dilemas éticos y ambientales: ¿renacimiento nuclear o riesgo calculado?
La reactivación de la energía nuclear como motor de la inteligencia artificial plantea dilemas profundos. Los defensores argumentan que los riesgos son menores que los beneficios: suministro constante, huella de carbono casi nula y capacidad de sostener infraestructura crítica. Los detractores recuerdan que la seguridad y gestión de residuos radiactivos permanecen como problemas sin solución definitiva.
El debate se intensifica porque los centros de datos continúan expandiéndose a ritmo superior a la capacidad de las redes eléctricas actuales. La industria nuclear enfrenta numerosos obstáculos globales: aprobaciones regulatorias complejas, desarrollo de cadenas de suministro especializadas y, en el caso de fusión, demostrar generación neta de energía.
La nueva geopolítica energética: electricidad como fundamento del poder tecnológico
La competencia por dominar la inteligencia artificial ha ingresado en su fase energética. China lidera en capacidad instalada mientras Estados Unidos busca asegurar independencia energética mediante reactores modulares pequeños y tecnologías de fusión. El desafío trasciende lo técnico para convertirse en cuestión de soberanía nacional.
La energía ya no es sector auxiliar de la tecnología, sino su columna vertebral. Mark Hibbs resume la situación: el programa nuclear chino se ha convertido en campo de batalla geopolítico dentro de la competencia por supremacía global entre ambas potencias.
El verdadero desafío del futuro no será procesar información más rápidamente, sino generar la electricidad necesaria para sostener esa capacidad de procesamiento. En esta carrera, quien domine la infraestructura eléctrica global dominará también el desarrollo de la inteligencia artificial y, con ella, las tecnologías que definirán el siglo XXI.



