La automotriz sueca busca ahorrar 1.661 millones de euros con recortes que afectarán principalmente a Suecia

La industria automotriz global atraviesa uno de sus períodos más turbulentos en décadas, y Volvo Cars se ha convertido en el último fabricante en anunciar medidas drásticas de ajuste. La empresa sueca, propiedad del conglomerado chino Geely, ha comunicado una reestructuración que contempla el despido de aproximadamente 3.000 empleados a nivel mundial, lo que representa el 15% de su plantilla total de oficinas.

Esta decisión se enmarca dentro de un plan de reducción de costes más amplio que la compañía puso en marcha el pasado abril, con el objetivo de generar ahorros por 18.000 millones de coronas suecas, equivalentes a 1.661 millones de euros al tipo de cambio actual.

Suecia: el epicentro de los recortes laborales

El impacto más significativo de esta reestructuración se concentrará en el país de origen de la marca. Suecia absorberá aproximadamente 1.200 de los despidos anunciados, convirtiéndose en el territorio más afectado por esta medida. Adicionalmente, la empresa eliminará otros 1.000 puestos ocupados actualmente por consultores externos, la mayoría de los cuales también se encuentran en territorio sueco.

Los 1.800 despidos restantes se distribuirán entre otros mercados internacionales, aunque la compañía no ha proporcionado detalles específicos sobre la ubicación geográfica de estos recortes. La empresa ha indicado que determinará el número exacto de reducciones por región «en el próximo período», una vez que complete la revisión organizacional y defina su nueva estructura corporativa.

Cronograma de implementación y negociaciones sindicales

Volvo Cars ha establecido el otoño de 2025 como el plazo objetivo para ejecutar estos despidos masivos. La compañía ya ha iniciado las negociaciones pertinentes con los sindicatos y ha cumplido con sus obligaciones de notificación ante las autoridades suecas del mercado laboral, siguiendo los protocolos establecidos para este tipo de reestructuraciones.

El proceso de consulta sindical será crucial para determinar los términos específicos de los despidos, incluyendo los paquetes de compensación y los criterios de selección de los empleados afectados.

El retorno de Håkan Samuelsson: una apuesta por la estabilidad

En abril de este año, Volvo Cars decidió traer de vuelta a Håkan Samuelsson como presidente y director ejecutivo, una medida interpretada como un intento de recuperar la estabilidad perdida. Samuelsson había dirigido la compañía entre 2012 y 2022, período durante el cual Volvo experimentó un crecimiento notable, se consolidó como marca premium global y realizó su debut en los mercados bursátiles.

Tras su salida en 2022, Samuelsson había asumido la presidencia de Polestar, la marca de vehículos eléctricos del grupo, antes de retornar a Volvo Cars para enfrentar los desafíos actuales. «Las medidas anunciadas hoy han sido decisiones difíciles, pero son pasos importantes para construir una Volvo Car más fuerte y resiliente», declaró el ejecutivo al anunciar la reestructuración.

Resultados financieros alarmantes impulsan los recortes

Los números del primer trimestre de 2025 revelan la magnitud de la crisis que atraviesa la automotriz sueca. El beneficio neto se desplomó un 73%, quedando en 1.000 millones de coronas suecas (92,29 millones de euros), mientras que las ventas de vehículos cayeron un 6% hasta las 172.200 unidades.

El deterioro financiero se extendió a múltiples indicadores: la cifra de negocios se contrajo un 12% hasta las 82.900 coronas suecas (7.650,87 millones de euros), el EBITDA retrocedió un 24% hasta los 7.700 millones de coronas suecas (710,64 millones de euros), y el beneficio operativo se redujo dramáticamente en un 60%, situándose en 1.900 millones de coronas suecas (175,35 millones de euros).

Impacto financiero de la reestructuración

La empresa ha estimado que el coste de esta reestructuración alcanzará los 1.500 millones de coronas suecas (138,44 millones de euros), una inversión que afectará significativamente los resultados del segundo trimestre de 2025. Sin embargo, Volvo Cars espera que los beneficios de estas medidas se materialicen a partir del cuarto trimestre de 2025 y se extiendan hasta 2026.

Factores externos: aranceles y demanda débil

La decisión de Volvo Cars no puede desvincularse del contexto adverso que enfrenta la industria automotriz global. Los aranceles del 25% impuestos por Estados Unidos bajo la administración de Donald Trump a las importaciones de automóviles han golpeado especialmente a la empresa sueca, para quien el mercado estadounidense representa un territorio estratégico.

Aunque Volvo Cars cuenta con una planta de producción en Carolina del Sur, una porción significativa de sus ventas en Estados Unidos sigue dependiendo de exportaciones, lo que la hace vulnerable a estas políticas comerciales proteccionistas.

Paralelamente, la demanda global de vehículos eléctricos ha experimentado una desaceleración inesperada, afectando los planes de transición energética de prácticamente todos los fabricantes. Esta situación se ha visto agravada por la falta de infraestructura de recarga adecuada y la reducción de incentivos gubernamentales en varios mercados clave.

El dilema de la electrificación

En 2021, Volvo Cars había anunciado ambiciosamente que toda su gama sería eléctrica para finales de la década. Sin embargo, el año pasado la empresa se vio obligada a retractarse de este objetivo, citando las «difíciles condiciones del mercado» como justificación para esta rectificación estratégica.

Los vehículos eléctricos fabricados en China, donde Volvo Cars tiene operaciones de producción, enfrentan aranceles adicionales tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos, complicando aún más la ecuación económica de la electrificación.

Un fenómeno sectorial: La onda expansiva de los despidos

Volvo Cars se suma a una lista creciente de fabricantes que han optado por recortes masivos de personal. Nissan, por ejemplo, anunció este mismo mes la eliminación de 11.000 empleos adicionales a nivel mundial, elevando a 20.000 el total de despidos comunicados por la empresa japonesa en el último año, lo que representa aproximadamente el 15% de su plantilla global.

La automotriz japonesa también planea cerrar siete fábricas como parte de su estrategia de revitalización empresarial, mientras que el fracaso de las negociaciones para una posible fusión con Honda y Mitsubishi ha añadido incertidumbre adicional al panorama del sector.

La presión competitiva china

La intensificación de la competencia procedente de China añade otra capa de complejidad al escenario. BYD, el gigante chino de vehículos eléctricos, anunció recientemente reducciones de precios en más de 20 de sus modelos, una estrategia que fue rápidamente emulada por otros fabricantes chinos como Leapmotor y Changan.

Esta guerra de precios en el segmento eléctrico presiona aún más los márgenes de beneficio de los fabricantes tradicionales, que ya enfrentan costes elevados de transición tecnológica y desarrollo de nuevas plataformas.

La reestructuración de Volvo Cars refleja los desafíos estructurales que enfrenta la industria automotriz en su conjunto: la transición hacia la electrificación, la intensificación de la competencia global, las tensiones comerciales internacionales y los cambios en los patrones de demanda de los consumidores.

Con una plantilla total de 42.600 empleados a tiempo completo distribuidos entre sus operaciones en Suecia, Bélgica, Carolina del Sur y China, Volvo Cars deberá demostrar que esta dolorosa reestructuración le permitirá emerger como una empresa más competitiva y financieramente sólida.

El éxito de esta estrategia dependerá no solo de la ejecución eficiente de los recortes, sino también de la capacidad de la empresa para adaptarse a un mercado automotriz que está siendo redefinido por la tecnología, la geopolítica y las cambiantes preferencias de los consumidores.