La ayuda humanitaria internacional, históricamente pilar fundamental para la supervivencia de millones de personas en regiones vulnerables, enfrenta un desmantelamiento sin precedentes. Una oleada de decisiones políticas en Occidente, sumada a bloqueos en zonas de conflicto, está generando una tormenta perfecta que amenaza con provocar retrocesos catastróficos en salud global y seguridad alimentaria.

El gran recorte: Estados Unidos abandona su posición global

El gobierno de Donald Trump ha ejecutado lo que muchos expertos califican como el mayor desmantelamiento de programas de ayuda en la historia moderna. En una decisión que sacudió los cimientos de la cooperación internacional, la Casa Blanca canceló el 83% de los programas de la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), organismo que manejaba un presupuesto anual de 42.800 millones de dólares —equivalente al 42% de toda la ayuda humanitaria global.

«Los 5.200 contratos ahora cancelados implicaron gastos de miles de millones de dólares en formas que no favorecieron los intereses nacionales fundamentales de Estados Unidos», declaró el secretario de Estado Marco Rubio en la red social X, justificando la eliminación de programas que sostenían servicios básicos en más de 120 países.

La revisión, que comenzó con una orden ejecutiva firmada en enero y culminó seis semanas después, ha pulverizado el entramado de asistencia construido durante décadas por Washington, dejando un vacío que ningún otro actor internacional parece dispuesto a llenar.

Europa sigue el ejemplo: recortar para fortalecer fronteras

El fenómeno no es exclusivamente estadounidense. Europa, segundo gran pilar del sistema de ayuda global, ha emprendido un camino similar. En un movimiento que refleja un cambio de prioridades continentales, varios países europeos han anunciado drásticos recortes en sus programas de cooperación:

  • Reino Unido: Bajo el mandato de Keir Starmer, reducirá su presupuesto de ayuda exterior del 0,5% al 0,3% de la renta nacional bruta para 2027, priorizando el gasto en defensa. Esta decisión provocó la dimisión inmediata del ministro de Desarrollo Internacional.
  • Francia: Ha aplicado un recorte del 35% en su presupuesto de ayuda y actualmente somete a revisión la totalidad de sus programas internacionales.
  • Bélgica: Redujo en un 25% su financiación para cooperación al desarrollo.
  • Países Bajos: Planea disminuir progresivamente su ayuda exterior hasta 2029.
  • Suiza: Eliminará completamente sus iniciativas de desarrollo en Albania, Bangladesh y Zambia para finales de 2028.

Jean Van Wetter, director de la agencia belga de desarrollo Enabel, ha advertido sobre las graves consecuencias de estas decisiones: «Cuando se trabaja en un programa de fortalecimiento del sistema sanitario a largo plazo, se necesita tiempo para construir y obtener resultados… si se para y se decide reinvertir más tarde, es difícil».

Gaza: el bloqueo que asfixia a una población asediada

Mientras los países occidentales retiran fondos, Israel intensifica su bloqueo a Gaza. El 11 de marzo, Tel Aviv anunció la interrupción unilateral de las entregas de ayuda humanitaria al enclave palestino, una decisión que agravó dramáticamente la ya precaria situación de 2,3 millones de habitantes.

Esta medida representa un retroceso incluso respecto a los pequeños avances logrados durante la primera fase del alto el fuego iniciado el 19 de enero, cuando había comenzado a fluir una modesta pero vital cantidad de suministros. Los convoyes de ayuda, bloqueados o cancelados repetidamente por el ejército israelí durante 15 meses de conflicto, han vuelto a detenerse completamente.

«Tendrá consecuencias devastadoras», advierte Rosalia Bollen, portavoz de UNICEF en Gaza. Los suministros esenciales —vacunas, respiradores para bebés prematuros, medicamentos básicos— se han agotado en su mayoría, poniendo en riesgo a «miles de niños y sus padres».

La silenciosa catástrofe nutricional

Las cifras son alarmantes. Gaza, un territorio que antes del conflicto no presentaba niveles significativos de desnutrición aguda, ahora enfrenta una crisis sin precedentes: más de 3.000 niños y 1.000 mujeres embarazadas o lactantes han sido remitidos para recibir tratamiento contra la desnutrición.

La Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) había detectado una ligera mejora en la diversidad de la dieta durante el breve alto el fuego, con mayor disponibilidad de alimentos básicos en los mercados locales. Sin embargo, con la nueva interrupción de la ayuda, estos avances se están esfumando rápidamente.

África en peligro: la malaria amenaza con expandirse

El impacto más devastador de los recortes estadounidenses podría materializarse en África, donde Estados Unidos financiaba aproximadamente la mitad de los programas contra la malaria. Con la cancelación del 90% de los contratos de USAID, el panorama se torna sombrío.

El doctor Jimmy Opigo, responsable del programa de control de malaria en Uganda, no oculta su preocupación: «Sin estos fondos, retrocederemos décadas en nuestra lucha contra una enfermedad que mata principalmente a niños». En Uganda, la malaria representa entre el 30% y el 50% de las visitas a centros de salud.

Según proyecciones de la organización Malaria No More, la interrupción en la cadena de suministro de medicamentos y mosquiteras tratadas con insecticida podría resultar en 15 millones de casos adicionales y 107.000 muertes más a nivel mundial. Nigeria y la República Democrática del Congo, los países más afectados por esta enfermedad, ya han alertado sobre el inminente colapso de sus programas preventivos.

Michael Adekunle Charles, director de RBM Partnership to End Malaria, confirma que la situación es crítica. Una subvención británica de 5 millones de libras para combatir la malaria en Camerún, Nigeria, Tanzania y Uganda sigue vigente, pero resulta insuficiente ante la magnitud del problema, y otros países europeos no han intervenido para cubrir el déficit.

Un nuevo y peligroso paradigma

Los recortes simultáneos en EE.UU. y Europa, junto con el bloqueo israelí a Gaza, marcan un inquietante cambio de paradigma en la cooperación internacional. La tendencia refleja un retorno al aislacionismo y la priorización de políticas centradas exclusivamente en intereses nacionales inmediatos, ignorando las consecuencias globales a largo plazo.

Aunque algunos analistas sostienen que los países receptores deben asumir mayor responsabilidad en la financiación de sus propios servicios básicos, la brusquedad y magnitud de los recortes hace imposible una transición ordenada. El resultado previsible es el colapso de sistemas sanitarios enteros, incremento de la mortalidad infantil, rebrotes de enfermedades controlables y nuevas crisis migratorias.

Las organizaciones internacionales como UNICEF y la OMS han solicitado con urgencia la reanudación de la ayuda humanitaria y el restablecimiento de los contratos de ayuda exterior, advirtiendo que de no actuar inmediatamente, el mundo podría enfrentar una catástrofe humanitaria de proporciones históricas.

Mientras los grandes donantes occidentales dan la espalda a las regiones más vulnerables, millones de personas —especialmente niños y mujeres embarazadas— quedan a merced de enfermedades prevenibles, desnutrición y falta de atención médica básica. La disminución de la ayuda internacional no solo afectará a las naciones más pobres, sino que sus repercusiones podrían extenderse en forma de inestabilidad política, crisis migratorias y emergencias sanitarias que trasciendan fronteras.

El retroceso en décadas de avances en desarrollo humano podría ser el legado más duradero y trágico de esta nueva política global.