Medio millón de gazatíes enfrentan inanición catastrófica por el bloqueo israelí
La Franja de Gaza se encuentra sumida en una crisis humanitaria sin precedentes que amenaza con convertirse en una hambruna generalizada antes de finalizar septiembre, según alertan múltiples organismos internacionales. El bloqueo «deliberado» que Israel mantiene desde marzo ha provocado una escasez crítica de alimentos, medicamentos y suministros básicos, generando un impacto devastador en la ya frágil economía del enclave palestino.
La dimensión económica de la crisis alimentaria
La última evaluación de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) revela un panorama alarmante: 1,95 millones de personas —el 93% de la población de Gaza— viven actualmente en niveles críticos de inseguridad alimentaria. De ellos, 244.000 experimentan niveles «catastróficos», un incremento sustancial respecto a los 133.000 reportados en octubre del año pasado.
El bloqueo impuesto por Israel desde principios de marzo ha paralizado por completo el flujo de bienes y servicios en el enclave, desarticulando cualquier actividad económica regular. Los mercados locales, que antes constituían el principal canal de distribución de alimentos, funcionan ahora a capacidad mínima, con precios inflados que han dejado los productos básicos fuera del alcance de la mayoría de la población.
El colapso del sistema de precios es evidente: un kilogramo de tomates, alimento básico en la dieta palestina, se cotiza actualmente en 30 shekels (aproximadamente 7 euros), cuando antes de la guerra su precio oscilaba entre 1 y 3 shekels. El kilogramo de azúcar ha alcanzado los 60 shekels, un incremento desproporcionado que refleja la extrema escasez y la ruptura de las cadenas de suministro.
Impacto en la salud pública y productividad
«La población en Gaza está atrapada en un terrible círculo de malnutrición y enfermedad que se alimentan una a otra», advirtió Rik Peeperkorn, representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Gaza. Según la OMS, 57 niños han fallecido por desnutrición desde que se intensificó el bloqueo, y se proyecta que, de mantenerse las actuales condiciones, unos 71.000 niños menores de cinco años sufrirán desnutrición aguda en los próximos once meses.
El deterioro de la salud pública tiene consecuencias económicas directas al reducir drásticamente la capacidad productiva de la población. La OMS ha señalado que muchas muertes no ocurren directamente por falta de alimentos, sino por enfermedades normalmente tratables que resultan fatales en organismos debilitados por la desnutrición.
La atención sanitaria, por su parte, se encuentra «al borde del colapso», según indica la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA). La escasez de medicamentos, vacunas y equipos médicos ha paralizado el sistema sanitario, incapaz de atender el creciente número de pacientes con desnutrición y otras patologías asociadas.
Destrucción de la capacidad productiva y agrícola
Uno de los aspectos menos visibles pero económicamente más devastadores de la crisis es la destrucción sistemática de la capacidad productiva de Gaza. El desplazamiento masivo de población y la creación de zonas de amortiguación controladas por el ejército israelí han privado a los palestinos del acceso a las tierras agrícolas más fértiles del territorio.
«Israel no sólo impide la entrada de alimentos a Gaza, sino que también ha creado una situación en la que los palestinos no pueden ni cultivar ni pescar sus propios alimentos», explica Gavin Kelleher, trabajador humanitario del Consejo Noruego para los Refugiados.
La agricultura y la pesca, sectores tradicionales de la economía gazatí, han quedado prácticamente paralizados, agravando la dependencia de la ayuda externa. Las bombardeos y operaciones militares han destruido infraestructuras agrícolas, sistemas de riego y embarcaciones pesqueras, comprometiendo la capacidad de recuperación económica a mediano y largo plazo.
La ayuda humanitaria como único sustento económico
Ante el colapso económico generalizado, la población gazatí depende casi exclusivamente de la asistencia humanitaria internacional. Sin embargo, el bloqueo ha obstaculizado severamente esta vía de subsistencia. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) anunció recientemente que había agotado sus reservas de alimentos para Gaza y que las 25 panaderías que apoyaba cerraron el 31 de marzo al quedarse sin harina y combustible.
«Tenemos 31 camiones listos», señaló Peeperkorn, refiriéndose únicamente a los suministros de la OMS, mientras que otras organizaciones humanitarias también tienen cargamentos preparados para entrar al territorio. La paralización de estos envíos ha creado un déficit logístico y económico que agrava la crisis.
El costo económico del desplazamiento forzado
La OCHA informó que hasta el martes pasado más de 423.000 personas en Gaza han sido desplazadas nuevamente, exacerbando una crisis de movilidad que afecta a la gran mayoría de la población. Este desplazamiento continuo tiene un costo económico incalculable: destrucción de viviendas, pérdida de medios de vida, interrupción de educación y formación profesional, y desarticulación del tejido productivo y comercial.
Para personas como Mahmoud Hassouna, cuyo «único deseo es no volver a ser desplazado», la inestabilidad geográfica impide cualquier forma de recuperación económica o planificación a futuro. La población se ve obligada a subsistir en una economía de supervivencia, donde los recursos se destinan exclusivamente a necesidades inmediatas.
El bloqueo como estrategia y sus implicaciones políticas
El gobierno israelí describe el bloqueo como parte de una estrategia de «máxima presión» para forzar a Hamás a liberar a los rehenes restantes y, eventualmente, derrocar al grupo. Las autoridades israelíes han acusado a Hamás de apropiarse de la ayuda humanitaria para sus propias fuerzas, creando lo que el portavoz gubernamental David Mencer calificó como una «crisis artificial».
Hamás, por su parte, rechaza estas acusaciones y señala a Israel de utilizar el hambre como arma de guerra. Tras la reciente liberación del rehén israelí-estadounidense Edan Alexander, el grupo exigió a Israel «romper el bloqueo» y poner fin a la situación de hambre de la población civil.
Los organismos internacionales y expertos en derecho humanitario han advertido que utilizar la ayuda alimentaria como herramienta política podría constituir un crimen de guerra. Tom Fletcher, subsecretario adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, recordó a Israel que «el derecho internacional es inequívoco: como potencia ocupante, Israel debe permitir la entrada de la ayuda humanitaria. La ayuda, y las vidas civiles que esta salva, nunca deben ser moneda de cambio».
Perspectivas y llamado a la acción internacional
El director general de la FAO, Qu Dongyu, ha instado a la comunidad internacional a «actuar ahora» frente a la situación en Gaza, enfatizando que «restablecer el acceso a suministros humanitarios y comerciales a gran escala es fundamental».
Beth Bechdol, directora adjunta de la FAO, advirtió que «podemos asumir con certeza que las cifras que vemos en este informe… seguirán aumentando» si no se toman medidas inmediatas.
Para que se declare oficialmente una hambruna, al menos el 20% de la población debe sufrir escasez extrema de alimentos, con uno de cada tres niños desnutridos y dos personas de cada 10.000 muriendo diariamente por hambre o desnutrición. Los indicadores actuales sugieren que Gaza podría alcanzar estos parámetros antes de finalizar septiembre si no se produce un cambio radical en la situación.
La crisis humanitaria en Gaza representa no solo un desastre humanitario inmediato sino también un colapso económico sistémico cuyas consecuencias se prolongarán durante años. La destrucción de infraestructuras productivas, el agotamiento de recursos, la crisis sanitaria y educativa, y el masivo desplazamiento poblacional han creado las condiciones para un empobrecimiento estructural que persistirá mucho después de que cesen las hostilidades actuales.
La comunidad internacional enfrenta ahora el doble desafío de atender la emergencia alimentaria inmediata y sentar las bases para una reconstrucción económica que permita a Gaza recuperar algún nivel de autosuficiencia en el futuro.