La crisis demográfica que atraviesa Japón alcanzó un nuevo punto crítico en 2025, cuando el país registró menos de 670.000 nacimientos, la cifra más baja desde que existen registros estadísticos en 1899. Este desplome superó incluso las proyecciones más pesimistas del gobierno, que había estimado alrededor de 700.000 nacimientos para el año. La cifra oficial de 2024 había marcado 686.061 nacimientos, lo que evidencia un deterioro acelerado en apenas un año y refleja la magnitud de un problema estructural que amenaza con comprometer el futuro económico y social de la tercera economía mundial.
Las políticas gubernamentales no logran revertir la tendencia
A pesar de la implementación de diversas políticas públicas diseñadas para estimular la natalidad, los resultados han sido decepcionantes. El gobierno japonés ha desplegado un arsenal de medidas que incluyen subsidios directos para la crianza de hijos, tratamientos de fertilidad financiados por el Estado, y programas destinados a mejorar la integración laboral de las mujeres. Estas iniciativas forman parte de un paquete «sin precedentes» para niñas, niños y familias impulsado por el ex primer ministro Fumio Kishida, que contempla un gasto anual de 3,6 billones de yenes japoneses a partir del año fiscal 2026.
Sin embargo, la efectividad de estas políticas ha resultado insuficiente frente a la magnitud del desafío. El país cuenta con uno de los sistemas de permisos parentales más generosos del mundo, pero esto no ha bastado para modificar las decisiones reproductivas de la población. La brecha entre las expectativas gubernamentales y la realidad demográfica pone de manifiesto que las soluciones económicas, aunque necesarias, no abordan la complejidad de los factores culturales y sociales que subyacen a esta crisis.
Factores estructurales: envejecimiento, matrimonios tardíos y costos de vida
La crisis demográfica japonesa responde a una combinación de factores estructurales profundamente arraigados. El envejecimiento poblacional constituye el telón de fondo de esta situación: Japón es clasificado por las Naciones Unidas como una sociedad «súper envejecida», donde aproximadamente el 30% de la población supera los 65 años, muy por encima del umbral del 20% que define esta categoría.
El retraso en los matrimonios representa otro elemento crítico. Según datos del Foro de Asia Oriental, el número de matrimonios por cada 1.000 personas disminuyó drásticamente de 10 en 1970 a 4,1 en 2022. Este cambio refleja una transformación profunda en las normas sociales y en las prioridades de los jóvenes japoneses, muchos de los cuales optan por enfocarse en sus carreras profesionales o directamente deciden no formar familias debido a los elevados costos de vida y los salarios estancados.
La tasa de fertilidad actual se sitúa en 1,15 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional de 2,1 necesario para mantener una población estable. Este indicador descendió desde el 1,20 registrado en 2024, lo que evidencia un deterioro continuo y acelerado.
Impacto económico: amenaza sobre la fuerza laboral y los sistemas de seguridad social
Las consecuencias económicas de esta crisis demográfica son múltiples y de gran alcance. La reducción sostenida de nacimientos afecta directamente la disponibilidad de fuerza laboral futura, lo que sin incrementos significativos en la productividad resultará en una contracción del Producto Interno Bruto. La tasa de dependencia —el número de personas en edad de trabajar que deben sostener a quienes no participan en el mercado laboral— se ha elevado considerablemente, incrementando la presión sobre los sistemas de pensiones y salud pública.
Los cambios demográficos han vaciado progresivamente las comunidades rurales, creando un desequilibrio territorial que concentra recursos y población en las grandes urbes mientras amplias zonas del país enfrentan el abandono y la falta de servicios básicos. Esta realidad amenaza el crecimiento de la segunda economía más grande de Asia y plantea interrogantes sobre la sostenibilidad del modelo de desarrollo japonés en las próximas décadas.
La respuesta del gobierno: creación de la Sede de Estrategia Poblacional
Ante la gravedad de la situación, la primera ministra Sanae Takaichi anunció en diciembre la creación de la Sede de Estrategia Poblacional, un organismo diseñado para coordinar de manera integral las contramedidas frente a la disminución poblacional. Durante la reunión inaugural del organismo, Takaichi reconoció que «la mayor dificultad que enfrenta nuestro país es la disminución de la población».
Las iniciativas delineadas incluyen el mantenimiento de servicios esenciales de seguridad social en las zonas locales, la creación de entornos donde jóvenes y mujeres puedan vivir y trabajar con tranquilidad en áreas rurales, la construcción de nuevas economías regionales que generen valor agregado, y la promoción de la convivencia con talento extranjero. Takaichi instruyó a Kimi Onoda, responsable de la nueva oficina de inmigración, a establecer un marco adecuado para la investigación básica y el desarrollo de políticas sobre la aceptación de ciudadanos extranjeros.
La primera ministra también solicitó a su gabinete presentar una «estrategia integral» para revitalizar las economías locales en áreas despobladas y promover una reforma del sistema de seguridad social, incluyendo una revisión del equilibrio entre beneficios y cargas.
Medidas complementarias: desde guarderías hasta aplicaciones de citas
En un intento por abordar el problema desde múltiples frentes, las autoridades japonesas han implementado medidas que van más allá de los incentivos económicos tradicionales. Se ha invertido en la construcción de guarderías para facilitar la crianza, y el gobierno ha llegado incluso a desarrollar una aplicación de citas gubernamental diseñada para fomentar el matrimonio. Según un portavoz oficial, la aplicación pretende ayudar «a dar el primer paso» a aquellos que intentan casarse, reconociendo que las barreras sociales y la falta de oportunidades de encuentro constituyen obstáculos significativos.
No obstante, estas medidas complementarias enfrentan el desafío de modificar patrones culturales profundamente establecidos, incluida la rigidez en los roles de género y las presiones laborales intensas que caracterizan el mercado de trabajo japonés. El costo económico de criar hijos, especialmente para las familias de bajos ingresos, sigue siendo un factor disuasorio importante que las políticas actuales no han logrado neutralizar completamente.
Una crisis con implicaciones globales
La situación de Japón no es única, aunque sí particularmente aguda. Muchas naciones de ingresos altos y medios enfrentan desafíos similares en sus tasas de natalidad, en medio del aumento del costo de vida, salarios estancados y un cambio generacional que redefine la vida familiar y el equilibrio entre trabajo y vida personal. Sin embargo, el caso japonés destaca por la velocidad del envejecimiento poblacional y por representar un anticipo de lo que podrían enfrentar otras sociedades desarrolladas en las próximas décadas.
La población japonesa ha disminuido por decimosexto año consecutivo en 2024, una tendencia que parece consolidarse en 2025 con resultados aún peores. La combinación de factores económicos, sociales y culturales configura un panorama complejo donde las soluciones unidimensionales resultan insuficientes. El éxito o fracaso de las nuevas estrategias gubernamentales no solo determinará el futuro demográfico de Japón, sino que también ofrecerá lecciones valiosas para otras naciones que navegan desafíos similares en un contexto global de transición demográfica.



