Las dos universidades más prestigiosas de Estados Unidos han decidido desprenderse de una parte significativa de sus inversiones en fondos de capital riesgo, en una maniobra financiera sin precedentes que refleja tanto las presiones políticas del gobierno de Donald Trump como una evolución estratégica en la gestión de sus multimillonarias carteras de inversión.

Yale University está procesando la venta de participaciones en varios fondos de private equity valoradas en 2.500 millones de dólares, mientras que Harvard University ha puesto en el mercado activos del mismo sector por valor de 1.000 millones de dólares. Estas operaciones representan el 12% de la cartera de capital riesgo de Yale, marcando un cambio fundamental en la estrategia de inversión que ha caracterizado a estas instituciones durante las últimas cuatro décadas.

El modelo Swensen: cuatro décadas de dominio del capital riesgo

La estrategia de inversión que ahora está siendo cuestionada tiene sus raíces en el revolucionario enfoque desarrollado por David Swensen, quien dirigió el endowment de Yale entre 1985 y 2021. Su modelo, conocido como «Yale Model», transformó la gestión de las carteras universitarias al apostar fuertemente por activos alternativos, especialmente el capital riesgo, en detrimento de las inversiones tradicionales en bonos y acciones.

Esta estrategia de muy largo plazo aprovechaba la capacidad única de las universidades para mantener inversiones ilíquidas durante períodos prolongados, obteniendo históricamente retornos superiores a los activos tradicionales. El éxito de este modelo se reflejó en la media de rentabilidad anual del 9,5% que Yale generó durante la década anterior a 2024.

Actualmente, las universidades estadounidenses mantienen un 28% de sus activos en fondos de capital riesgo o capital semilla, con algunas instituciones superando significativamente esta media: Yale se aproxima al 50%, Harvard mantiene un 39%, Stanford un 37% y Oxford un 33%.

Presión política: Trump apunta a la financiación universitaria

Las decisiones de desinversión coinciden con una escalada de tensiones entre la administración Trump y las universidades de élite. El presidente estadounidense ha amenazado con retirar la financiación pública a Harvard y otras instituciones, además de eliminar su tratamiento fiscal preferencial e impedir el acceso de estudiantes extranjeros.

Tras congelar 3.200 millones de dólares en subvenciones y contratos federales, el gobierno intensificó su ofensiva con medidas para prohibir la admisión de nuevos estudiantes extranjeros en Harvard, quienes representan el 27% de la matrícula y constituyen una fuente crucial de ingresos e influencia para la universidad.

Sin embargo, las acciones gubernamentales han encontrado resistencia judicial. Una jueza federal de Boston bloqueó indefinidamente las medidas contra estudiantes extranjeros, calificándolas de ilegales e inconstitucionales. Posteriormente, otra jueza invalidó el recorte de fondos indirectos de investigación de la Fundación Nacional de la Ciencia, considerando la orden «arbitraria, caprichosa y contraria a la ley».

Rendimientos decepcionantes impulsan el cambio estratégico

Más allá de las presiones políticas, existe un factor fundamental que explica esta reestructuración: el deterioro del rendimiento relativo de los fondos de capital riesgo. En el ejercicio concluido en junio de 2024, Yale obtuvo un retorno del 5,7%, muy por debajo de su media histórica y significativamente inferior al 20% de revalorización del índice S&P 500 en el mismo período.

Matt Mendelsohn, actual director de inversiones de Yale, reconoció que «dada nuestra significativa asignación al private equity, esperamos generar menos rentabilidad en períodos de fuerte comportamiento de los mercados públicos, particularmente cuando los mercados para la venta de activos privados están deprimidos».

Esta tendencia se mantiene en 2025, con el S&P 500 revalorizándose un 9,2% en los últimos doce meses, mientras los fondos de capital riesgo continúan enfrentando dificultades para vender o realizar ofertas públicas de sus empresas en cartera.

El auge del mercado secundario

Las universidades están aprovechando el crecimiento del mercado de operaciones secundarias para ejecutar sus estrategias de desinversión. Según Lazard, el valor de estas reventas de participaciones en fondos de capital riesgo alcanzó 152.000 millones de dólares en 2024, con proyecciones de llegar a 200.000 millones en 2026.

Las universidades y fundaciones protagonizaron un 6% de estas operaciones en 2024. Entre los potenciales compradores de los activos de Yale figuran Blackstone, HarbourVest y Pantheon, instituciones especializadas en este tipo de adquisiciones.

Existen dos modalidades principales de operaciones secundarias: el 52% corresponde a inversores institucionales que buscan liquidez y traspasan sus participaciones, mientras que el 48% restante involucra a gestores de private equity que lanzan vehículos de continuación para evitar malvender activos al final de la vida útil de un fondo.

Implicaciones para el sector de endowments

Jon Gordon, estratega de UBS, sugiere que las ventas de Yale y Harvard «indican que los endowments podrían necesitar una adaptación de sus procesos de inversión y gestión de la liquidez en respuesta a las presiones externas».

Esta evolución podría marcar el fin de una era en la gestión de carteras universitarias, donde la búsqueda de liquidez y la diversificación de riesgos políticos cobran mayor importancia frente a la maximización de retornos a largo plazo que había caracterizado el modelo tradicional.

Con activos combinados que superan los 900.000 millones de dólares (780.000 millones de euros), los endowments universitarios constituyen actores significativos en los mercados financieros globales. Su reorientación estratégica tendrá repercusiones no solo en sus propias finanzas, sino en la dinámica general del capital riesgo y los mercados de activos alternativos.

Futuro supeditado a próximos movimientos políticos

La convergencia de factores políticos y económicos está forzando una reconsideración fundamental de las estrategias de inversión universitarias. Mientras las instituciones buscan mantener su independencia académica y financiera, deben adaptarse a un entorno donde la liquidez inmediata puede ser tan valiosa como los retornos a largo plazo.

El desenlace de las negociaciones entre Trump y Harvard, así como la evolución del rendimiento relativo entre activos públicos y privados, determinará si esta reestructuración representa un ajuste temporal o una transformación permanente en la gestión de los endowments universitarios más influyentes del mundo.