La automotriz estadounidense ejecuta un giro estratégico radical que incluye la suspensión de la F-150 Lightning eléctrica, la conversión de plantas de baterías y el enfoque en modelos híbridos y de gasolina

Ford Motor Company ha anunciado una profunda reestructuración de su división de vehículos eléctricos que implica el mayor cargo contable extraordinario de su historia reciente. La compañía con sede en Dearborn, Michigan, asumirá deterioros y amortizaciones por 19.500 millones de dólares, principalmente durante el cuarto trimestre de 2024, como consecuencia de la cancelación de múltiples proyectos eléctricos de gran envergadura que la empresa considera ya inviables desde el punto de vista comercial.

La magnitud de este ajuste contable sitúa a Ford entre los casos más significativos de reestructuración industrial en la historia corporativa estadounidense, comparable a las depreciaciones de 20.000 millones de dólares que Exxon Mobil registró en 2020 durante el colapso de los precios energéticos, o los 21.700 millones de euros que Volkswagen contabilizó en marzo de 2024.

El fin de la F-150 Lightning eléctrica y la cancelación del proyecto T3

El cambio estratégico más simbólico afecta directamente a la F-150 Lightning, la versión totalmente eléctrica de la icónica camioneta estadounidense que salió al mercado en 2022 con gran expectativa. El modelo, que incluso inspiró una canción del comediante Jimmy Fallon, generó inicialmente 200.000 pedidos anticipados. Sin embargo, las ventas no correspondieron al entusiasmo inicial: hasta noviembre de este año, Ford había vendido apenas 25.583 unidades, registrando una caída del 10% respecto al mismo período del año anterior.

La compañía ha decidido que la próxima generación de la F-150 Lightning adoptará una arquitectura de vehículo eléctrico de autonomía extendida (EREV), un formato híbrido que combina motor eléctrico con un generador de gasolina. Esta decisión representa un retroceso significativo en las ambiciones eléctricas puras de Ford.

Adicionalmente, Ford cancela el proyecto T3, una camioneta eléctrica de nueva generación que estaba destinada a ser la piedra angular de su segunda ola de vehículos eléctricos. Este modelo, diseñado desde cero para producirse en un nuevo complejo industrial en Tennessee, queda ahora descartado. La planta, que originalmente se proyectaba para fabricar 500.000 camionetas eléctricas cuando Ford anunció los detalles en 2023, será reconvertida para producir camionetas de gasolina a partir de 2029. La apertura de esta instalación, la primera nueva planta de ensamblaje de Ford en medio siglo, se retrasa además hasta 2029, en lugar de la fecha prevista de 2028.

Desglose del cargo extraordinario: 19.500 millones en tres categorías

El impacto financiero de esta reestructuración se distribuye en tres componentes principales. Aproximadamente 8.500 millones de dólares corresponden específicamente a la cancelación de modelos de vehículos eléctricos previamente planificados, incluyendo la camioneta T3 y otras furgonetas comerciales eléctricas que no llegarán al mercado.

Otros 6.000 millones de dólares están vinculados a la disolución de una empresa conjunta de fabricación de baterías con la surcoreana SK On. Esta asociación operaba plantas contiguas en Glendale, Kentucky, de las cuales solo una está actualmente en funcionamiento. Ford está asumiendo el control total de estas instalaciones tras la ruptura del acuerdo.

Los restantes 5.000 millones de dólares se atribuyen a lo que la compañía denomina genéricamente «gastos relacionados con el programa», una categoría que engloba diversos costos asociados a la cancelación y reconversión de proyectos.

Aunque la mayor parte de estos cargos se reconocerán en las cuentas del cuarto trimestre de 2024, el impacto contable se extenderá durante 2026 y 2027. Del total, aproximadamente 5.500 millones de dólares tendrán efecto en efectivo, principalmente durante 2025.

El contexto político: las medidas de Trump contra los vehículos eléctricos

Esta drástica reorientación estratégica no puede entenderse sin analizar el cambio radical en el marco regulatorio y fiscal estadounidense bajo la administración del presidente Donald Trump. El giro de Ford responde directamente a una serie de medidas gubernamentales que han alterado fundamentalmente las perspectivas económicas de los vehículos eléctricos en Estados Unidos.

La eliminación más impactante fue la del crédito fiscal federal de 7.500 dólares para consumidores de vehículos eléctricos, un incentivo que había estado vigente durante más de 15 años. Tras su vencimiento el 30 de septiembre, las ventas de vehículos eléctricos en Estados Unidos se desplomaron aproximadamente un 40% en noviembre, evidenciando la dependencia crítica del sector respecto a estos apoyos gubernamentales.

Paralelamente, la administración Trump flexibilizó significativamente las normas sobre emisiones contaminantes, reduciendo la presión regulatoria sobre los fabricantes para desarrollar alternativas de bajas emisiones. El ambicioso proyecto de ley de impuestos y gastos aprobado en julio incluyó además la congelación de las multas que los fabricantes pagan por infringir las normas de ahorro de combustible, eliminando otro incentivo económico para la electrificación.

Jim Farley, director ejecutivo de Ford, ha pronosticado públicamente que la demanda de vehículos enchufables por parte de los consumidores caerá a la mitad como consecuencia directa del desmantelamiento de la plataforma de políticas ambientales de la anterior administración de Joe Biden. «No tenía sentido seguir invirtiendo miles de millones en productos que sabíamos que no darían dinero», declaró Farley al anunciar los cambios.

La realidad económica: pérdidas acumuladas de miles de millones

Más allá de las circunstancias políticas, Ford enfrenta una realidad económica contundente: sus operaciones de vehículos eléctricos han sido sistemáticamente deficitarias. La división especializada perdió 5.100 millones de dólares en 2024, y la compañía anticipa que las pérdidas podrían profundizarse durante el presente año.

Andrew Frick, director de operaciones de vehículos eléctricos y de gasolina de Ford, explicó la lógica económica detrás de las decisiones: «En lugar de gastar miles de millones más en vehículos eléctricos de gran tamaño que ahora no tienen una vía de rentabilidad, estamos destinando ese dinero a áreas de mayor rentabilidad». Frick proyecta que, con esta reestructuración, las operaciones de vehículos eléctricos de Ford alcanzarán finalmente la rentabilidad en 2029.

Esta situación refleja una tendencia más amplia en la industria automotriz estadounidense. En octubre, General Motors asumió cargos por 1.600 millones de dólares para amortizar activos de vehículos eléctricos, aunque en una escala considerablemente menor que Ford. Las compañías que invirtieron cientos de miles de millones de dólares en electrificación durante la primera mitad de esta década se encuentran ahora buscando formas de limitar el daño financiero causado por plantas infrautilizadas y proyectos inviables.

Reconversión industrial: de baterías para automóviles a almacenamiento energético

Una de las estrategias más innovadoras dentro de esta reestructuración es la reconversión de capacidad productiva de baterías para vehículos hacia el mercado de almacenamiento energético estacionario. Ford está apostando por un segmento donde la demanda experimenta un crecimiento explosivo impulsado por dos factores convergentes: la proliferación de centros de datos de inteligencia artificial con consumos energéticos masivos, y la necesidad de actualizar y estabilizar la red eléctrica estadounidense.

Los datos preliminares de la Administración de Información Energética de Estados Unidos muestran que el almacenamiento de baterías a escala de servicios públicos aumentó un 50% durante los primeros diez meses de este año, alcanzando casi 39,3 gigavatios desde finales de 2024. Esta demanda surge porque las grandes centrales eléctricas nuevas no pueden construirse con la rapidez suficiente para abastecer a los campus de datos que consumen tanta energía como ciudades enteras.

Ford invertirá 2.000 millones de dólares en convertir su planta de baterías de Glendale, Kentucky, para producir células destinadas al almacenamiento energético para la red eléctrica en lugar de baterías para vehículos. Esta reconversión tiene un costo humano inmediato: los 1.600 trabajadores actuales de la planta serán despedidos durante el proceso. Sin embargo, la compañía planea contratar a 2.100 personas para apoyar su nuevo negocio de almacenamiento de energía cuando la instalación reabra en 2027.

La estrategia tecnológica también cambia. Ford producirá células de litio fosfato de hierro (LFP), de menor costo que las tecnologías utilizadas en vehículos eléctricos premium, utilizando un acuerdo de licencia con el fabricante chino de baterías Contemporary Amperex Technology Co. Ltd. (CATL). Estas baterías se destinarán exclusivamente al almacenamiento energético, no a automóviles.

La planta de Marshall, Michigan, seguirá un patrón similar, fabricando células LFP tanto para almacenamiento energético como para una nueva línea de vehículos eléctricos pequeños y económicos que llegará en 2027.

El nuevo enfoque: híbridos, asequibilidad y rentabilidad

La estrategia revisada de Ford establece un objetivo de composición de ventas significativamente diferente para 2030. La compañía espera que la mitad de su volumen global provenga de una combinación de híbridos, vehículos eléctricos de autonomía extendida y vehículos eléctricos puros, comparado con el 17% actual. Notablemente, esta meta incluye múltiples tecnologías de transición, no solo vehículos totalmente eléctricos.

Para su futura línea de vehículos eléctricos, Ford cambia el enfoque hacia modelos más asequibles, desarrollados por un equipo basado en California. El primer modelo de esta iniciativa tendrá un precio aproximado de 30.000 dólares y está previsto para 2027. Se trata de una camioneta eléctrica de tamaño mediano que se fabricará en la planta de Louisville.

Farley enfatizó que Ford mantiene su competitividad frente a fabricantes chinos de vehículos eléctricos de bajo costo como BYD Inc.: «No vamos a ceder nuestro futuro a los chinos», declaró, añadiendo que la nueva línea será rentable desde su lanzamiento.

Paralelamente, Ford ampliará significativamente su capacidad de fabricación en Estados Unidos para vehículos tradicionales. La compañía añadirá camionetas y furgonetas de gasolina a su línea de productos, aprovechando instalaciones que originalmente se proyectaron para producción eléctrica. La planta de Tennessee, por ejemplo, construirá un nuevo modelo de camioneta que no está actualmente en la línea de productos del fabricante, abarcando las categorías pequeña, mediana y grande.

Reacción del mercado y perspectivas financieras mejoradas

A pesar de la magnitud del cargo extraordinario, los mercados financieros recibieron positivamente los anuncios de Ford. Las acciones subieron un 2% en operaciones posteriores al cierre de Nueva York, y a las 5:06 p.m. mantenían un avance del 1%. En el acumulado del año, el valor había subido un 38%, reflejando la confianza de los inversores en la gestión de Farley.

La reacción favorable se explica en parte por la revisión al alza de las proyecciones financieras. Ford elevó su pronóstico de ganancias antes de intereses e impuestos para 2025 a aproximadamente 7.000 millones de dólares, frente a un rango anterior de 6.000 a 6.500 millones de dólares. Farley atribuyó este incremento al progreso en reducción de costos y al paso «a vehículos más rentables».

La paradoja es notable: Ford anuncia el mayor cargo extraordinario de su historia reciente, reconoce pérdidas multimillonarias en su división eléctrica y cancela proyectos en los que invirtió miles de millones, pero simultáneamente mejora sus perspectivas de rentabilidad global. Esta aparente contradicción refleja que los mercados valoran la capacidad de la dirección para reconocer estrategias fallidas y reorientar recursos hacia oportunidades más viables.

Implicaciones sectoriales: el repliegue de la electrificación acelerada

El giro de Ford tiene implicaciones que trascienden a la compañía individual y señalan una recalibración más amplia de la industria automotriz estadounidense. Las proyecciones optimistas de mediados de década sobre una rápida transición hacia la electrificación total han chocado con realidades de mercado, económicas y políticas más complejas.

La experiencia de Ford demuestra que incluso los fabricantes establecidos con recursos financieros considerables y reconocimiento de marca enfrentan dificultades estructurales para competir en el segmento eléctrico sin apoyo gubernamental sustancial. La dependencia crítica de incentivos fiscales quedó dramáticamente expuesta con el colapso del 40% en ventas tras la eliminación del crédito de 7.500 dólares.

Además, la decisión de Ford sugiere que los vehículos eléctricos de gran tamaño enfrentan desafíos económicos particulares. Los costos de las baterías necesarias para camionetas y SUV eléctricos de gran autonomía hacen extremadamente difícil alcanzar precios competitivos sin subsidios, mientras que los márgenes se comprimen por la competencia de fabricantes chinos con estructuras de costos significativamente menores.

El futuro, según la estrategia revisada de Ford, parece estar en una transición gradual más que en un salto abrupto: vehículos híbridos como puente, vehículos eléctricos de autonomía extendida para reducir la ansiedad por la autonomía, y vehículos eléctricos puros concentrados en segmentos de menor tamaño y precio donde la ecuación económica resulta más favorable.

Las decisiones anunciadas por Ford, calificadas por Frick como «grandes decisiones que creemos que darán sus frutos durante años», marcan un punto de inflexión en la narrativa de la electrificación automotriz. La industria no abandona el objetivo de largo plazo de reducir emisiones, pero reconoce que el camino será más prolongado, complejo y dependiente de múltiples tecnologías de transición de lo que se anticipaba hace apenas unos años.