Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano de la historia, dejó un legado imborrable en la doctrina social de la Iglesia Católica. Desde su elección en 2013, el Papa Francisco dedicó gran parte de su magisterio a denunciar un sistema económico que, en sus palabras, «mata» cuando antepone el beneficio a la dignidad humana.

El Santo Padre argentino, formado en la realidad socioeconómica de América Latina, trajo al centro del debate católico la necesidad urgente de una economía más inclusiva. Sus palabras resonaron más allá de los muros del Vaticano, interpelando a líderes políticos, empresarios y economistas de todo el mundo.

«La economía no puede centrarse exclusivamente en la producción y el consumo, en el fetichismo del mercado, sino que debe contemplar las necesidades de los más vulnerables», declaró firmemente en su primera exhortación apostólica, Evangelii Gaudium.

La doctrina económica católica: comunidad sobre individualismo

A lo largo de la historia, la Iglesia Católica ha desarrollado una sólida doctrina social que rechaza tanto el individualismo extremo del liberalismo capitalista como el colectivismo deshumanizante. Esta «tercera vía» católica, que Francisco reforzó y actualizó, se fundamenta en principios inmutables:

El destino universal de los bienes

El Catecismo de la Iglesia Católica establece claramente que «los bienes de la creación están destinados a todo el género humano» (CCC 2402). Este principio, que Francisco recordaba constantemente, supone una crítica directa a la acumulación desmedida de riqueza en pocas manos.

«No es compatible con el mensaje de Cristo que algunos tengan tanto que no saben qué hacer con ello, mientras otros no tienen para alimentar a sus hijos», recordaba frecuentemente el pontífice en sus audiencias.

La primacía del trabajo sobre el capital

Siguiendo la estela de sus predecesores, especialmente de San Juan Pablo II en Laborem Exercens, Francisco defendió vigorosamente que «el capital debe estar al servicio del trabajo, y no al revés». Esta inversión de la lógica capitalista tradicional supone reconocer que la dignidad humana debe prevalecer sobre los intereses financieros.

En su histórico discurso ante el Congreso de Estados Unidos en 2015, el Papa afirmó: «Si queremos seguridad, demos seguridad; si queremos vida, demos vida; si queremos oportunidades, brindemos oportunidades. La medida que usemos para los demás será la medida que Dios usará para nosotros».

Un magisterio contra la «economía que mata»

Francisco actualizó la doctrina social católica para responder a los desafíos del siglo XXI. Sus tres encíclicas principales (Laudato Si’, Fratelli Tutti y Evangelii Gaudium) conforman un cuerpo doctrinal coherente que denuncia:

  • La idolatría del mercado: «El mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral ni la inclusión social» (Evangelii Gaudium, 2013)
  • La cultura del descarte: «Esta economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa» (Evangelii Gaudium, 2013)
  • La falacia del «derrame»: «Algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo» (Evangelii Gaudium, 2013)

Fraternidad frente a competencia despiadada

Una de las contribuciones más significativas del pontificado de Francisco fue su énfasis en la fraternidad universal como antídoto al individualismo económico. En Fratelli Tutti (2020), su última gran encíclica social, el Papa desarrolló una profunda reflexión sobre la necesidad de construir un mundo basado en la amistad social.

«El individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común», escribió Francisco.

La encíclica Fratelli Tutti representa quizás la síntesis más elaborada del pensamiento económico-social del Papa: un llamado a superar la competencia despiadada y a reconocer que todos somos «hermanos todos», responsables los unos de los otros.

La preferencia por los pobres: un compromiso inquebrantable

Si algo caracterizó el pontificado de Francisco fue su continuo llamado a una «Iglesia pobre para los pobres». Esta opción preferencial, lejos de ser una mera declaración retórica, se tradujo en gestos concretos:

  • La creación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral
  • El refuerzo de la labor humanitaria de Cáritas Internacional
  • La reforma de las finanzas vaticanas para mayor transparencia
  • La simplificación de su propio estilo de vida, rechazando los lujos tradicionales del papado

«Una Iglesia que no sirve a los pobres no es la Iglesia de Jesucristo», repetía a menudo, recordando que la autenticidad del mensaje cristiano se mide por la coherencia con el mandato evangélico de servir al necesitado.

Un legado que interpela al mundo económico

El fallecimiento del Papa Francisco deja un vacío en el liderazgo moral global, pero también un cuerpo doctrinal sólido que seguirá inspirando a quienes buscan humanizar la economía. Sus enseñanzas proporcionan herramientas conceptuales para:

  1. Repensar los modelos de desarrollo: más allá del PIB, hacia indicadores que midan el bienestar integral
  2. Reformular las políticas fiscales: para garantizar una distribución más equitativa de la riqueza
  3. Promover la economía circular y solidaria: frente al consumismo depredador
  4. Fortalecer los mecanismos de participación comunitaria: en las decisiones económicas

En un momento histórico marcado por la creciente desigualdad y la emergencia climática, el legado del Papa Francisco resuena como una invitación urgente a construir una economía que sirva verdaderamente al bien común, proteja la Casa Común y respete la dignidad inalienable de cada persona.

Como él mismo escribió en Laudato Si’: «Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos».

La continuidad de una tradición profética

El pensamiento económico-social de Francisco no surgió de la nada, sino que se inscribe en una rica tradición de enseñanza social católica que se remonta a la encíclica Rerum Novarum (1891) del Papa León XIII, y que ha sido desarrollada por pontífices como Pío XI, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Sin embargo, Francisco logró actualizar esta doctrina, haciéndola más accesible y conectándola con los desafíos contemporáneos: la crisis ecológica, la revolución digital, la financiarización de la economía y la precarización del trabajo.

Sus palabras sobre la economía, pronunciadas con la sencillez característica de su estilo pastoral pero con profunda solidez teológica, resonarán por generaciones: «El dinero debe servir, no gobernar».