Jensen Huang advierte sobre un desequilibrio crítico en el mercado laboral estadounidense mientras la inversión global en infraestructura tecnológica podría alcanzar los 7 billones de dólares para 2030

La irrupción de la inteligencia artificial está redefiniendo el panorama laboral de manera inesperada. Mientras numerosos puestos administrativos y de oficina enfrentan amenazas de automatización, los oficios manuales tradicionales experimentan una revalorización sin precedentes. Esta paradoja ha sido señalada por Jensen Huang, consejero delegado de NVIDIA, quien afirma que «los millonarios del futuro serán electricistas o fontaneros», en declaraciones realizadas al medio británico Channel 4 News.

La reflexión del directivo de la compañía con mayor capitalización bursátil del mundo —actualmente la novena fortuna mundial con un patrimonio de 164.000 millones de dólares— no resulta casual. Responde a una realidad económica concreta: la construcción masiva de centros de datos necesarios para sostener el desarrollo de la inteligencia artificial requiere una cantidad extraordinaria de mano de obra cualificada que el mercado estadounidense no puede proporcionar en la actualidad.

Déficit estructural de mano de obra cualificada

Estados Unidos enfrenta actualmente un déficit de 600.000 trabajadores en la industria y 500.000 adicionales en el sector de la construcción. Este desequilibrio se ha agravado en los últimos años, particularmente tras las políticas migratorias restrictivas implementadas durante la administración Trump, según señaló Larry Fink, consejero delegado de BlackRock, en declaraciones recientes recogidas por Fortune.

«Incluso les he dicho a miembros del equipo de Trump que nos vamos a quedar sin electricistas, que necesitamos para construir centros de datos de IA. Simplemente no tenemos suficientes», advirtió Fink, evidenciando la preocupación creciente entre los principales ejecutivos corporativos estadounidenses.

Huang destacó que existe «una enorme oferta de titulados universitarios, pero un gran déficit de mano de obra cualificada en oficios tradicionales como carpinteros, electricistas, fontaneros o albañiles». Esta escasez ha provocado que las remuneraciones en estos sectores comiencen a dispararse, con proyecciones que sugieren que podrían duplicarse en poco tiempo.

Inversión multimillonaria en infraestructura tecnológica

La magnitud de la transformación en curso puede medirse en cifras. NVIDIA ha comprometido 100.000 millones de dólares para financiar proyectos de OpenAI, destinados principalmente a la construcción de centros de datos. A escala global, la consultora McKinsey proyecta que el gasto de capital en este tipo de infraestructura alcanzará los 7 billones de dólares para 2030.

Estas inversiones masivas se traducen en demanda inmediata de trabajadores cualificados. La construcción de un único centro de datos puede requerir hasta 1.500 operarios, con salarios que en muchos casos superan los 100.000 dólares anuales. Huang fue explícito al respecto: «Si eres electricista, fontanero, carpintero… vamos a necesitar cientos de miles de ellos para construir todas estas fábricas».

El directivo de NVIDIA subrayó que «el sector de la artesanía especializada de todas las economías va a experimentar un auge», vinculando directamente el crecimiento de la inteligencia artificial con la demanda de oficios tradicionales. Esta proyección contrasta radicalmente con las expectativas laborales que durante décadas orientaron a los jóvenes hacia carreras universitarias como garantía de prosperidad económica.

La ventaja competitiva de los oficios manuales frente a la automatización

Una de las razones fundamentales que explican esta tendencia es la resistencia inherente de los oficios tradicionales a la automatización. «Mientras hablamos, la IA no tiene ninguna posibilidad de hacer lo que nosotros hacemos», afirmó Huang durante una conferencia en Mumbai, refiriéndose específicamente al trabajo manual cualificado.

«El ChatGPT no puede reparar una cañería rota o un cable pelado, y eso hay que tenerlo muy claro», insistió el ejecutivo, sintetizando la paradoja de una era en la que la tecnología más avanzada depende enteramente de habilidades humanas tradicionales para su despliegue físico.

En contraste, los denominados empleos «de cuello blanco» enfrentan una exposición creciente a la automatización. Las principales consultoras ya están reduciendo sus plantillas de puestos junior, donde la inteligencia artificial está sustituyendo a recién graduados en tareas como la elaboración de informes o la asistencia a la programación. Todos los puestos con carga administrativa o rutinas repetitivas resultan susceptibles a la automatización de todo o parte de su trabajo.

Esta tendencia ha llevado al empresario español José Elías, propietario de La Sirena y presidente de Audax Renovables, a advertir que «la IA se va a cargar prácticamente el 80% de los puestos de trabajo en las oficinas», lo que podría provocar la pérdida de 400.000 empleos en España. Sin embargo, Elías coincide con Huang en que esta transformación «disparará el sueldo de fontaneros y electricistas, quienes acabarán cobrando 50, 60 o 200 euros la hora».

Revalorización económica y social de los oficios tradicionales

La escasez de mano de obra cualificada en oficios tradicionales está generando consecuencias inmediatas en el mercado. Actualmente, no resulta inusual enfrentar listas de espera superiores a seis meses para obtener presupuestos de reformas domésticas básicas, como la renovación de un baño o una cocina. Esta situación refleja un desequilibrio estructural que se intensificará conforme avance la construcción de infraestructura tecnológica.

Huang proyecta que estos empleos manuales «tendrán salarios bastante altos y una demanda sostenida en el tiempo durante décadas». La diferencia fundamental con las carreras universitarias tradicionales radica en que para acceder a estos puestos no se requiere un título universitario, sino una cualificación profesional específica en oficios que históricamente han sido considerados menos prestigiosos socialmente.

Esta transformación plantea interrogantes sobre el paradigma educativo vigente. Que el consejero delegado de una de las mayores empresas tecnológicas del mundo recomiende a los jóvenes orientarse hacia oficios tradicionales en lugar de programación podría parecer contradictorio. Sin embargo, la lógica económica que sustenta esta afirmación resulta contundente: la inteligencia artificial no existe en una abstracción digital, sino en instalaciones físicas colosales que requieren gestión constante de sistemas eléctricos, de climatización y de infraestructura general.

Implicaciones para el mercado laboral global

Las voces de otros líderes empresariales refuerzan la perspectiva de Huang. Mark Zuckerberg y Mark Chen han dejado entrever la devaluación del valor de los títulos universitarios en sus intervenciones recientes, mientras que Jim Farley, de Ford, se suma a la preocupación sobre la escasez de trabajadores cualificados en sectores industriales.

El «crecimiento explosivo de centros de datos para instalar IA obligará casi a duplicar anualmente la fuerza laboral calificada en este tipo de profesiones y de climatización industrial», según las proyecciones de Huang. Esta aceleración en la demanda contrasta con la reducción de oportunidades en sectores tradicionalmente considerados como refugio para graduados universitarios.

La situación plantea un desafío sistémico para las economías desarrolladas, que durante décadas orientaron sus políticas educativas hacia la expansión de la educación superior, relegando la formación profesional en oficios a un segundo plano. La inversión masiva en infraestructura tecnológica está exponiendo las consecuencias de esta estrategia, evidenciando un desajuste entre la oferta formativa y las necesidades reales del mercado laboral.

Perspectivas a medio y largo plazo

La advertencia de Huang sobre «los grandes ganadores en la carrera de la IA» siendo electricistas y fontaneros no debe interpretarse únicamente como una anécdota provocadora, sino como un diagnóstico fundamentado sobre la estructura económica emergente. La construcción de lo que el propio ejecutivo denomina «las catedrales tecnológicas del siglo XXI» requiere una base física que ninguna innovación digital puede reemplazar.

Esta realidad pone de manifiesto una paradoja fundamental de nuestro tiempo: el avance de lo digital no solo no eliminará los oficios manuales, sino que los convertirá en piezas indispensables del sistema productivo. Bajo cada línea de código, cada algoritmo de aprendizaje automático y cada modelo de inteligencia artificial subyace una red tangible de cables, tuberías, sistemas de refrigeración y hormigón que requiere mantenimiento y gestión humana especializada.

La reconversión de las expectativas laborales, particularmente entre las generaciones más jóvenes que crecieron con la promesa de que la educación universitaria garantizaba prosperidad económica, representa uno de los desafíos sociales más significativos de la próxima década. La cuestión no es meramente económica, sino que afecta a la estructura social y a los sistemas educativos que deberán adaptarse a esta nueva realidad del mercado laboral.

Las proyecciones de demanda sostenida durante décadas sugieren que esta tendencia no constituye un fenómeno coyuntural, sino una reconfiguración estructural del mercado de trabajo. Los sistemas educativos y las políticas públicas deberán responder a esta transformación, revalorizando la formación profesional en oficios y reconsiderando los modelos tradicionales que han privilegiado sistemáticamente la educación universitaria sobre la cualificación técnica especializada.