El economista estadounidense Robin Brooks, investigador senior de la Brookings Institution, advirtió que Argentina experimentó la mayor fuga de capitales en más de 20 años durante los meses previos a las elecciones legislativas del 27 de octubre. Según su análisis, la estrategia del gobierno del presidente Javier Milei de mantener controlado el tipo de cambio para favorecer el resultado electoral tuvo un «enorme costo» económico que se tradujo en una salida masiva de fondos que, en sus palabras, «nunca se revierten».

Brooks, quien anteriormente se desempeñó como economista jefe del Instituto Internacional de Finanzas (IIF) y analista en Wall Street, fundamentó sus conclusiones en datos del Banco Central argentino (BCRA), señalando que la sobrevaluación del peso y la incertidumbre electoral generaron un éxodo de capitales sin precedentes recientes, con consecuencias potencialmente más graves que las registradas durante la crisis de 2019, cuando el entonces presidente Mauricio Macri perdió las elecciones primarias.

Una hemorragia financiera que supera la crisis de 2019

El análisis de Brooks, basado en información mensual del sistema bancario publicada por el BCRA, revela que la fuga de capitales se intensificó dramáticamente a partir de la segunda mitad de agosto. Según sus cálculos, el episodio de septiembre eclipsó al registrado en agosto de 2019, cuando el resultado de las elecciones primarias —en las que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner derrotó ampliamente al oficialismo— desencadenó una crisis cambiaria que terminó con el gobierno de Macri.

«La decisión de mantener la fijación del dólar ayudó a que a Milei le vaya bien en las elecciones hace una semana. Pero la decisión se produce a un costo enorme para Argentina», afirmó el economista. En su evaluación, mantener el peso argentino sustancialmente sobrevaluado creó un incentivo poderoso para que familias y empresas se apresuraran a convertir sus ahorros en dólares ante la expectativa de una devaluación posterior a los comicios.

El especialista destacó que si las autoridades argentinas hubieran permitido flotar libremente el peso antes de la elección, la fuga se habría detenido al eliminarse el incentivo de cobertura ante una devaluación anticipada. «La fuga de capitales es así una consecuencia directa de la decisión de pegarse al dólar por razones políticas», sentenció.

Metodología: datos bancarios confirman la magnitud del fenómeno

Para fundamentar su advertencia, Brooks elaboró una aproximación de la fuga de capitales utilizando datos mensuales del sistema bancario argentino. Posteriormente, contrastó estos cálculos con información «mucho más precisa» proveniente de los informes trimestrales de balanza de pagos, que incluyen salidas directas de fondos, cartera de activos externos y el rubro «errores y omisiones», categoría que frecuentemente captura movimientos de capital no registrados oficialmente.

La correspondencia entre ambas series de datos refuerza la conclusión de que Argentina enfrentó una hemorragia de capitales de dimensiones excepcionales en el contexto latinoamericano. «La historia enseña que estas fugas de capital nunca se revierten. Una vez que estos ahorros dejan el país, están perdidos para Argentina», advirtió Brooks, subrayando el carácter permanente del daño económico.

Esta perspectiva se alinea con observaciones de largo plazo formuladas por otros economistas internacionales. Steve Hanke, especialista en dolarización que según el Financial Times mantuvo reuniones con funcionarios de la administración Trump, precisó al diario británico que desde 1995 Argentina ha acumulado fugas de capital por 238.000 millones de dólares, evidenciando un patrón estructural que trasciende gobiernos y períodos políticos en la tercera economía de América Latina.

El dilema entre estabilidad electoral y sostenibilidad económica

El núcleo de la crítica de Brooks apunta a la tensión inherente entre objetivos políticos de corto plazo y la necesidad de políticas económicas sostenibles. Según su análisis, mantener el peso sobrevaluado mediante controles cambiarios puede ofrecer beneficios tácticos inmediatos —como la estabilidad de precios antes de elecciones—, pero genera distorsiones profundas que terminan «hambreando al país de capital», precisamente lo opuesto a lo que la economía argentina necesita para expandirse.

El economista identificó la «casi patológica fijación argentina con fijar el valor del dólar» como una enorme distracción que aleja al país sudamericano de aplicar políticas correctas. En su evaluación, esta dinámica afecta múltiples dimensiones económicas: reduce la disponibilidad de divisas en mercados oficial y paralelo, contrae la capacidad de inversión privada al limitarse el crédito, y erosiona la confianza en la estabilidad económica, impactando precios, tasas de interés y el comportamiento de mercados de bonos y acciones.

Brooks advirtió que, de no ajustarse la política monetaria y cambiaria, la economía argentina podría enfrentar presiones adicionales sobre inflación y tipo de cambio, además de mayores riesgos recesivos. La salida de capitales, argumentó, no es un fenómeno temporal sino una pérdida permanente de recursos que debilita la base financiera del país.

Llamado a flotación cambiaria tras victoria electoral oficialista

Tras conocerse los resultados de las elecciones legislativas, en las que la coalición del presidente Milei obtuvo una victoria contundente, Brooks publicó un nuevo análisis caracterizando este resultado como «una oportunidad histórica» para que Argentina libere completamente el tipo de cambio. Sin embargo, expresó su escepticismo sobre la voluntad gubernamental de avanzar en esa dirección. «Argentina debe romper con su historial y permitir que el peso flote libremente. Todo indica que no se avanzará en ese sentido», señaló.

El exfuncionario del Fondo Monetario Internacional argumentó que los últimos meses evidenciaron «una grave crisis con fuga de capitales», síntoma inequívoco de sobrevaluación cambiaria. Cuestionó duramente a quienes atribuyen la depreciación del peso al riesgo político de un triunfo opositor, señalando que «desde el punto de vista conceptual es imposible separar la prima de riesgo de la sobrevaluación, ya que la prima solo surge ante un catalizador si hay un desalineamiento fundamental».

Brooks destacó tres evidencias que respaldan su diagnóstico de sobrevaluación: primero, los propios argentinos validaron esta perspectiva con sus acciones, retirando capitales y realizando compras en el exterior motivados por los altos precios locales en términos de dólares; segundo, los flujos de capital hacia mercados emergentes se mantuvieron sólidos globalmente en los últimos meses, excepto hacia Argentina; tercero, los inversionistas internacionales también parecen coincidir en que el peso está sobrevaluado, según se desprende de los movimientos de capitales.

«Se habría ahorrado mucho tiempo y preocupación en las últimas semanas si el país se hubiera librado de la incertidumbre sobre una posible devaluación», afirmó. En su recomendación, Argentina debería seguir el camino de otros países latinoamericanos que han adoptado regímenes de flotación cambiaria, otorgando independencia plena al Banco Central. «Si eso no ocurre ahora, el país está condenado a repetir siempre el mismo error», concluyó.

Tensiones con el ministro de Economía argentino

Las críticas de Brooks han generado fricciones recurrentes con el ministro de Economía argentino, Luis Caputo. En 2024, tras pronosticar que una devaluación era «inevitable», el economista fue duramente cuestionado por el funcionario. «Si fuera un gurú, trabajaría en Wall Street y no en el IIF dando opiniones», ironizó Caputo en redes sociales.

No obstante, la trayectoria profesional de Brooks respalda su autoridad analítica. Además de su paso por el IIF como economista jefe —el principal lobby de los grandes bancos y entidades financieras privadas internacionales—, trabajó como estratega de monedas en Goldman Sachs y Brevan Howard, y se desempeñó como economista en el Fondo Monetario Internacional. Actualmente, desde la Brookings Institution —un think tank bipartidario de Washington considerado uno de los centros de análisis más influyentes de Estados Unidos—, Brooks mantiene su posición crítica hacia los controles cambiarios argentinos y advierte sobre las consecuencias de postergar ajustes necesarios.

La insistencia del economista en señalar que «las fugas de capital nunca se revierten» subraya el carácter irreversible del daño. A diferencia de otros shocks económicos que pueden revertirse con políticas adecuadas, la pérdida de capital representa una disminución permanente del stock de ahorro nacional disponible para inversión, crédito y desarrollo productivo.

Un patrón recurrente en la economía argentina

El análisis de Brooks pone en evidencia una contradicción fundamental en la gestión económica argentina: mientras el éxito electoral del oficialismo podría interpretarse como una validación ciudadana de la política económica, los datos de fuga de capitales revelan que los agentes económicos —tanto locales como internacionales— expresaron con sus decisiones financieras una profunda desconfianza en la sostenibilidad del esquema cambiario.

Esta disonancia entre resultado político y realidad económica plantea interrogantes sobre la viabilidad del modelo en el mediano plazo. Si bien el control cambiario pudo haber contribuido a contener presiones inflacionarias en el período electoral —Argentina enfrenta tasas de inflación que se encuentran entre las más altas del mundo—, las consecuencias en términos de salida de capitales sugieren que el costo diferido podría superar ampliamente los beneficios inmediatos.

La magnitud histórica de la fuga —superior incluso a la crisis de 2019— indica que la pérdida de confianza alcanzó niveles críticos entre ahorristas e inversores argentinos. La recuperación de esa confianza, elemento esencial para atraer capitales y financiar el desarrollo en un país que históricamente ha enfrentado dificultades para acceder a mercados internacionales de crédito, requerirá reformas profundas en el régimen cambiario y monetario que, según Brooks, el gobierno parece reacio a implementar.

El economista advirtió que postergar estos ajustes «solo posterga una crisis inevitable», sugiriendo que la presión sobre el tipo de cambio y las reservas del Banco Central continuará acumulándose mientras persista el desalineamiento fundamental entre el valor oficial del peso y su valor de equilibrio de mercado. En este contexto, la fuga de capitales preelectoral no sería un episodio aislado sino el preludio de tensiones mayores si no se adoptan correcciones sustanciales en la política económica, un desafío recurrente para Argentina en las últimas décadas.