La industria automotriz mundial se encuentra nuevamente en el centro de una crisis de suministros, esta vez protagonizada por las tierras raras, elementos químicos esenciales para la fabricación de vehículos eléctricos y componentes automotrices. Las restricciones impuestas por China en abril de 2025 han desatado una cascada de interrupciones en las cadenas de suministro globales, recordando la crisis de semiconductores de 2021 pero con implicaciones aún más profundas para la transición energética mundial.
El nuevo monopolio chino del 70% al 90% del control global
China ha consolidado un dominio prácticamente absoluto sobre el mercado de tierras raras, controlando hasta el 70% de la minería mundial, el 85% de la capacidad de refinación y cerca del 90% de la producción de aleaciones metálicas e imanes, según datos de la consultora AlixPartners. Este control abarca los 17 elementos químicos que conforman el grupo de tierras raras, incluyendo praseodimio, neodimio, terbio y disprosio, fundamentales para el funcionamiento de baterías de iones de litio, catalizadores de control de emisiones, sensores, actuadores y sistemas electrónicos avanzados.
La decisión de Pekín de restringir las exportaciones de varios óxidos de tierras raras e imanes relacionados, implementada a través de un régimen de licencias bajo el argumento de fortalecer su seguridad nacional, ha sido interpretada como una respuesta directa a las restricciones estadounidenses en chips y baterías. Sin embargo, sus consecuencias trascienden el ámbito bilateral y afectan las cadenas de suministro automotrices en Asia, Europa y América.
Impacto inmediato en la producción: plantas cerradas y líneas paralizadas
Las consecuencias de las restricciones chinas se han materializado rápidamente en el sector automotriz. Varias plantas europeas de proveedores automotrices ya han cerrado sus operaciones, y se esperan más cierres según la Asociación Europea de Proveedores de Automóviles (CLEPA). «Tarde o temprano, esto nos va a afectar a todos», advirtió Benjamin Krieger, secretario general de CLEPA.
Suzuki Motor se convirtió en el primer fabricante en confirmar el impacto directo, deteniendo la producción del modelo Swift en su versión convencional por la falta de componentes dependientes de tierras raras. La afectación no se limitó a motores eléctricos o baterías, sino que se extendió a sensores y sistemas de control, demostrando la penetración de estos materiales en vehículos de combustión tradicional.
La asociación CLEPA confirmó que «varias líneas de producción se paralizaron tras quedarse sin suministros». De cientos de solicitudes de licencia presentadas desde abril, apenas una cuarta parte han sido aprobadas, y el ritmo de autorizaciones permanece impredecible.
Dependencia crítica: 0,5 kilogramos que pueden paralizar la industria
Un vehículo eléctrico promedio utiliza aproximadamente 0,5 kilogramos de elementos de tierras raras, mientras que un automóvil de combustión interna requiere la mitad de esa cantidad, según la Agencia Internacional de Energía. Esta aparente pequeña cantidad cobra dimensiones críticas cuando se considera la escala global de producción automotriz y la ausencia de alternativas viables en el corto plazo.
Las tierras raras intervienen en la mejora del desempeño de las baterías de iones de litio a través de elementos como el lantano y el cerio, además de ser indispensables para la fabricación de imanes permanentes de neodimio-hierro-boro, esenciales en motores eléctricos por su densidad de par y eficiencia. Esta tecnología se utiliza no solo en vehículos 100% eléctricos, sino también en híbridos y automóviles a gasolina que incorporan sistemas de asistencia eléctrica.
Estrategias empresariales: entre la dependencia y la innovación
Las respuestas de la industria automotriz han sido diversas. General Motors, Ford y Stellantis recibieron licencias temporales de exportación el 6 de junio, pero con una vigencia limitada de seis meses, lo que evidencia la fragilidad de las soluciones actuales.
Algunas marcas han iniciado la exploración de rutas alternativas. BMW desarrolló un motor sin imanes permanentes para su nueva familia de vehículos eléctricos, aunque reconoce que aún necesita tierras raras para componentes menores como limpiaparabrisas o mecanismos de ventanillas. Autoliv, proveedor de cinturones y bolsas de aire, ha creado un grupo de trabajo interno para monitorear el riesgo, mientras que otros fabricantes han optado por acercarse más a China en lugar de diversificar.
«El reto es que hoy básicamente todos los proveedores globales que refinan estos materiales son chinos», explicó Rubén Hoyo, gerente nacional de producto y relaciones públicas de Kia en México. «Lo que tendría que suceder en la industria, que no pase de un día para otro, es tener proveedores alternos».
El factor ambiental: la barrera invisible hacia la diversificación
La concentración del procesamiento de tierras raras en China no es casualidad. Estos elementos son difíciles de separar, y su procesamiento implica el uso de químicos agresivos, gran consumo energético y generación de residuos tóxicos. Esta realidad ha llevado a que países como Estados Unidos, Canadá o Alemania abandonen muchos proyectos de refinación, dejando el campo abierto a China, donde los estándares ambientales son más laxos o simplemente no se aplican con el mismo rigor.
«Muchos países desarrollados no se han querido meter por el tema del impacto ambiental y social de su extracción», señaló Hoyo, identificando uno de los obstáculos principales para la diversificación de la cadena de suministro.
Myanmar: la nueva frontera de las tierras raras chinas
Mientras China fortalece su posición dominante, ha expandido sus operaciones hacia Myanmar, donde mineros chinos están abriendo nuevos yacimientos en el estado de Shan. Según datos de aduanas chinas, Myanmar fue el origen de casi la mitad de las importaciones de metales y óxidos de tierras raras en los primeros cuatro meses de 2025.
Las operaciones en Myanmar funcionan bajo la protección del Ejército Unido del Estado Wa (UWSA), uno de los grupos armados más grandes de la región, que mantiene vínculos comerciales y militares con China desde hace décadas. Las empresas mineras chinas pueden producir óxidos de tierras raras pesadas en Myanmar siete veces más barato que en otras regiones con yacimientos similares, según Neha Mukherjee de Benchmark Mineral Intelligence.
Escalada en precios y volatilidad del mercado
Las restricciones chinas han generado una inmediata volatilidad en los precios de las tierras raras. El precio del óxido de terbio ha subido más de un 27% en los últimos seis meses, según datos del Shanghai Metals Market, mientras que los precios del óxido de disprosio han fluctuado considerablemente, con un aumento de alrededor del 1% durante el mismo período.
Esta volatilidad refleja la fragilidad de un mercado dominado por un solo actor y la dificultad de los compradores internacionales para encontrar alternativas viables en el corto plazo.
Perspectivas futuras: demanda exponencial y cadenas resilientes
La Agencia Internacional de Energía estima que la demanda de tierras raras será 20 veces mayor en 2040 respecto a 2018, lo que implica un aumento drástico en la presión sobre la oferta y la necesidad urgente de desarrollar cadenas más resilientes, desde la minería hasta la fabricación final.
Europa y Estados Unidos han prometido acelerar inversiones para relocalizar parte de la cadena, incluyendo proyectos de reciclaje y nuevas minas. Mark Smith, CEO de la minera NioCorp, que está desarrollando un proyecto de tierras raras en Nebraska con producción prevista en tres años, señala que «China ha tenido la carta de las tierras raras para jugarla cuando ha querido», haciendo referencia a restricciones similares implementadas en 2010 durante una disputa con Japón.
El fin de la integración vertical: vulnerabilidad generalizada
La crisis actual evidencia la desaparición práctica de la integración vertical en la industria automotriz. «Hoy, ni Tesla ni BYD, que son las empresas más integradas, hacen todo por sí solos. Todos los fabricantes, incluso los más grandes, dependen de alguien más para algo», explica Hoyo.
Esta realidad amplía el margen de exposición ante cualquier interrupción, ya sea política, ambiental o comercial, y hace más difícil para las marcas tomar control de su destino industrial sin alianzas estratégicas o diversificación.
Wolfgang Weber, presidente de la asociación alemana ZVEI, advirtió que «muchas empresas solo tienen suministros para unas pocas semanas o meses», subrayando la fragilidad del sistema actual.
La industria automotriz vuelve a enfrentarse a una crisis de dependencia, pero esta vez el impacto trasciende la producción inmediata para afectar la transición energética global. Así como en 2021 el sector descubrió que el eslabón más débil estaba en los semiconductores, hoy constata que los insumos más invisibles son los más peligrosos.
El dominio chino de las tierras raras representa un desafío geopolítico y económico que requiere respuestas estructurales de largo plazo. Mientras las iniciativas de diversificación tardan años en madurar, las automotrices deben navegar un presente donde las reglas del juego las sigue dictando Pekín, y donde la dependencia tiene un precio que China está dispuesta a cobrar cuando lo considera estratégicamente conveniente.