El mundo enfrenta una crisis demográfica sin precedentes: la natalidad ha alcanzado mínimos históricos en las principales economías, poniendo en jaque el crecimiento y la sostenibilidad de los sistemas de bienestar. En 2023, la Unión Europea registró el menor número de nacimientos de su historia, con 4,1 millones de bebés, una caída del 14% en la última década, según datos oficiales.
Países como Italia y España se encuentran entre los más afectados, con una tasa de fertilidad de apenas 1,2 hijos por mujer, muy por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1). Alemania, que había mostrado una leve recuperación en años anteriores, también experimentó un retroceso del 7% en su número de nacimientos en 2023.
La tendencia no es exclusiva de Europa. Estados Unidos registró en 2023 su tasa de natalidad más baja en más de cuatro décadas, con 1,6 hijos por mujer y un total de 3,6 millones de nacimientos, lejos de los 4,3 millones anuales registrados a principios de los 2000.
En Asia, el panorama es aún más crítico. Japón contabilizó menos de 800.000 nacimientos en 2023, mientras que Corea del Sur alcanzó un récord negativo con una tasa de fertilidad de 0,72, la más baja del mundo.
Impacto económico: menos trabajadores, más presión fiscal y menor crecimiento
La caída de la natalidad amenaza con reducir drásticamente la población en edad productiva, lo que genera incertidumbre sobre la capacidad de las economías para sostener sus niveles de crecimiento y bienestar social.
Un informe del Banco Central Europeo (BCE) advierte que, de mantenerse la tendencia, el crecimiento del PIB de la eurozona podría reducirse en 1,2 puntos porcentuales por década. Además, el envejecimiento de la población aumentará la presión sobre los sistemas de pensiones y salud pública, lo que obligará a una mayor carga impositiva sobre la población activa.
En Estados Unidos, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) estima que el gasto en programas de seguridad social pasará del 7,7% al 10,2% del PIB en los próximos 25 años. Esto podría derivar en reformas en la edad de jubilación o ajustes en los beneficios para garantizar la viabilidad del sistema.
Asia intenta frenar la crisis con incentivos millonarios
En el continente asiático, los gobiernos han impulsado agresivas políticas de estímulo a la natalidad, aunque con escasos resultados.
Japón destina alrededor de 25.000 millones de dólares anuales en subsidios a las familias, ampliación de licencias parentales y apoyo financiero para el cuidado infantil, pero la población sigue disminuyendo en más de 500.000 personas al año.
Corea del Sur ha ido más allá con incentivos financieros directos, ofreciendo hasta 10.000 dólares por cada hijo nacido, además de subsidios para vivienda y educación gratuita. Sin embargo, el elevado costo de vida y la falta de estabilidad laboral han impedido una recuperación de la tasa de natalidad.
China, que abandonó su política del hijo único, tampoco ha logrado revertir la tendencia. En 2023, la tasa de natalidad cayó a 1,09 hijos por mujer, el nivel más bajo desde que hay registros. A pesar de la flexibilización de políticas y el incentivo a la maternidad, el alto costo de vida en las grandes ciudades sigue desalentando a las parejas jóvenes.
¿Qué medidas están sobre la mesa?
Ante el riesgo de una crisis económica prolongada, los gobiernos y organismos internacionales analizan posibles soluciones:
- Incentivos fiscales: Reducción de impuestos para familias con hijos y subsidios para educación y vivienda.
- Reformas laborales: Mayor flexibilidad y beneficios para trabajadores con hijos.
- Migración: Algunos países evalúan flexibilizar sus políticas migratorias para compensar la caída de la población activa.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), si la tendencia no se revierte, el PIB de las principales economías podría reducirse hasta un 20% en los próximos 50 años.
La crisis de natalidad no es solo un problema demográfico, sino un desafío estructural que podría transformar la economía global. La respuesta que adopten los gobiernos en la próxima década será clave para evitar un colapso en los sistemas de producción, consumo y bienestar social.