Por Miguel Ángel Gómez Fretes*
Mucho se habla en estos días de los escenarios políticos, de una manera tal, que pareciera ser que los actores que actúan en ella no cumplen los roles o no están llenando las expectativas colectivas del actuar que se busca de ellos sobre el escenario político. En este artículo, buscaré clarificar dicho escenario y actores a partir de tres conceptos que considero claves a la hora de evaluar y analizar la política paraguaya y más precisamente la gestión de gobierno, partiendo de la estética política, comprendida como lo políticamente correcto e incorrecto, las formas políticas, superando la visión protocolar y entrando al estadio de la problemática de fondo que supone la administración pública financiera dura y por último la etiqueta política, que parte de la diferenciación de los titulares que leemos tanto en diarios digitales como en posteos cotidianos de la actual vigencia de las redes sociales como parámetros de medición de los impactos en la opinión publica de las acciones políticas en función y administración de la gestión de gobierno.
Empecemos por la estética política, este término abrazo por los primeros estudiosos de la política tiene su origen en la forma de comportarse en el escenario político, va muy ligado al decoro, es decir, la actuación pública, en Grecia y Roma, cuidar la estética era cuidar la imagen pública y era medible desde la percepción de la opinión pública, es así que nace en tiempos muy remotos tanto en la democracia ateniense como en la republica romana y sobreviniendo al imperio romano, lo políticamente correcto e incorrecto. Que en sencillas palabras es lo que es aplaudido por la gradería o abucheado en la misma. Entendiendo la estética política de esta manera podemos suponer que en realidad es más que la acción de los actores, expresión oral y no oral, es el comportamiento en conjunto de lo que se dice y lo que se hace, lo que se juzga en este concepto en particular es la complejidad de la evaluación publica, nos lleva a suponer que los gobernantes ante la estética deben tener una lectura y diferenciación profunda de lo que realmente necesita el pueblo versus lo que realmente quiere el pueblo, y es aquí donde se marca la línea de políticas populistas versus las políticas públicas, quedando la gran interrogante del actor político en saber elegir su legado o figura histórica, ser recordado como populista o estadista, recordemos que si bien es cierto en la política existe una gama amplia de grises entre el blanco y el negro, la visión minimalista de la historia política no siempre es muy gentil y mucho menos justa al etiquetar a los actores políticos desde este tipo de interpretaciones de la estética política, por lo que no está demás decir que guarda mucha relación a la visión estratégica, la calidad de asesores que rodeen al gobernante, a los que aspiren a un cargo de preponderancia o buscan un sitial de honor en la historia nacional.
Ahora bien, el segundo concepto es mucho más flexible, pero no por eso menos complejo, las formas políticas son de carácter netamente técnico administrativo, escapa del primer concepto porque se centra peyorativamente expuesto en cómo se manejan las instituciones desde adentro, con los recursos financieros disponibles, entrando en ellos los funcionarios públicos en sí. Es el concepto donde se hacen que sucedan las cosas, se toman las decisiones de manera menos públicas o al menos fuera del interés del público por su complejidad y por ende las más tediosas para el político, pero, aun así, que sucedan o no las cosas tienen como hemos expresado en el primer concepto gran incidencia en la estética por lo tanto la forma política no deja de ser clave, aun así, no es estratégica, pero es altamente relevante en términos operativos. Comprender esto, puede llevar al camino de decidir dos pasos, someterse a la estructura administrativa institucional con el fin último de volverse estadista históricamente bajo el costo de ser pálido, frio y distante en el escenario político o ser más intrépido y buscar en los colaboradores administrativos espacios de retroalimentación que busquen sortear el populismo y den lugar a un liderazgo interna y externamente, no imposible, pero si altamente desgastante.
Por último, y no menos importante, tal vez la más difícil de tener una incidencia real, es la etiqueta, que podríamos decir es el mote contemporáneo con el que debe cargar la figura pública, y que en función de gestión de gobierno puede ser el que más impacto negativo puede llegar a tener para el político e inclusive someta la voluntad del mismo ante la presión y la incomprensión de dos elementos que hacen a la misma, uno es la del micro ambiente, que principalmente emerge de la burbuja que se forma alrededor de las figuras de autoridad, que con los pasos de los días y meses se abroquela y enclaustra, blindando y deformando los dos conceptos anteriormente citados en este artículo, el micro ambiente puede ser fulminante, mortal y peligroso, porque lleva a realizar acciones externas e internas extremas, que pueden alejar cada vez más del objetivo final con el que se llega al cargo, por ello es necesario principalmente enfocarse en tener colaboradores que desconozcan el objetivo final, para no estar sometidos ellos, a la presión de llegar a él, ya que es ese el principal motor de empoderamiento del micro ambiente adverso, el segundo elemento es la relatividad del tiempo y de las posturas públicas, si hace 50 años la opinión publica era volátil, en nuestros días la opinión pública es difusa e incluso confusa, comprender esto lleva a entender que por encima de las apariencias, reina la esencia y eso es algo que no puede ser difuminado u oculto ni por la estética, ni las formas. Uno es lo que es y nunca será lo que no es.
* Candidato a Doctor en Administración Tema de Tesis Doctoral Aprobada: Modelo Administrativo de Evaluación de Políticas Publicas. Magister en Asuntos Públicos y Gobernabilidad por la Universidad Columbia del Paraguay. Posgrado Internacional en Dirección Estratégica por la Universidad de Belgrano de Buenos Aires Argentina. Posgrado en Gestión de Personas y Crisis en equipos de trabajo por la Universidad Camilo José Cela de Madrid España. Especialista en Gobernabilidad, Gerencia Política y Gestión Publica por la George Washington University. Especialista en Gestión de Gobierno y Campañas Electorales por la Universidad Camilo José Cela de Madrid España, Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción. Diplomado en Gestión de Marketing y Publicidad por la Universidad del San Salvador de Buenos Aires Argentina.