Un tercio de los menores paraguayos continúa en situación de vulnerabilidad económica pese a ligeros avances
La pobreza infantil en Paraguay presenta un panorama de luces y sombras. Mientras los indicadores nacionales muestran mejoras graduales, la persistencia de desigualdades territoriales y la lentitud en la reducción de la pobreza entre menores plantean interrogantes sobre la efectividad de las políticas sociales actuales y la necesidad de estrategias más focalizadas.
Contexto mundial: 412 millones de niños en pobreza extrema
Un reciente estudio conjunto del Banco Mundial y UNICEF coloca el problema paraguayo en perspectiva global. A nivel mundial, aproximadamente 412 millones de niños menores de 18 años viven en hogares con ingresos inferiores a 3 dólares diarios en 2024. Aunque esta cifra representa una disminución desde los 507 millones registrados en 2014, la reducción ha sido más lenta que la observada en la población adulta.
El dato más preocupante es que los niños representan más de la mitad de las personas en pobreza extrema mundial, pese a constituir solo el 30% de la población global. Esta desproporción revela la vulnerabilidad específica de la infancia ante los ciclos de privación económica.
América Latina: jóvenes concentran la pobreza regional
En América Latina, las estadísticas de UNICEF confirman esta tendencia: más de la mitad de las personas en situación de pobreza tienen menos de 25 años, aunque este grupo representa únicamente el 39% de la población total. En términos absolutos, alrededor de 94 millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes son pobres, equivalente al 52% del total de personas en pobreza.
La incidencia es particularmente grave entre los menores: el 43% de los niños y niñas viven en situación de pobreza, es decir, 4 de cada 10 menores de 15 años. Esta proporción contrasta significativamente con la población de 25 años o más, donde la tasa se reduce al 23,1%.
Paraguay: avances moderados con desafíos persistentes
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), Paraguay refleja estas tendencias regionales con matices propios. En 2022, la población de niños y adolescentes de 0 a 17 años alcanzaba 1.833.000 personas, cifra que se mantuvo relativamente estable en 2023 y 2024.
Los indicadores de pobreza infantil muestran una tendencia decreciente, aunque irregular. En 2022, el 8,9% de la niñez vivía en pobreza extrema y el 26,2% en pobreza no extrema. Para 2023, estas cifras mejoraron un 7,3% y 24,8% respectivamente, pero en 2024 la reducción se desaceleró, ubicándose en 6,7% para pobreza extrema y 23,0% para pobreza no extrema.
El resultado neto es que, pese a los avances registrados, aproximadamente un tercio de los menores de edad paraguayos sigue creciendo en hogares pobres, evidenciando la persistencia estructural del problema.
Brecha urbano-rural: desigualdades que perduran
Las disparidades territoriales constituyen uno de los aspectos más preocupantes del panorama nacional. En 2024, mientras la pobreza extrema infantil en áreas urbanas se redujo a 3,5%, en el área rural alcanzó 11,1%, triplicando la incidencia urbana.
Esta diferencia se mantiene en la pobreza no extrema, afectando al 22,5% de la población infantil rural frente al 23,0% de la urbana. Al analizar la categoría de «no pobres», la brecha se hace evidente: en zonas urbanas el 73,5% de los menores de 18 años se ubica en este grupo, mientras que en el campo la proporción llega al 66,4%.
Nuevo mapa de pobreza revela extremas disparidades distritales
El mapa de pobreza monetaria distrital presentado por el INE, desarrollado con apoyo del Banco Mundial mediante la metodología de Estimación en Áreas Pequeñas (SAE), ofrece la primera radiografía territorial detallada desde 2002. Los datos combinan información de la Encuesta Permanente de Hogares Continua 2023 con el Censo Nacional 2022, a mapeo los 263 distritos del país y los 67 barrios de Asunción.
Los resultados revelan una heterogeneidad territorial extrema. En 2023, aproximadamente 1.223.512 paraguayos no indígenas vivían en condiciones de pobreza monetaria, representando una tasa nacional del 20,6%. Sin embargo, esta cifra promedio oculta disparidades pronunciadas.
Departamentos: Alto Paraguay lidera la pobreza, Asunción la menor incidencia
A nivel departamental, Alto Paraguay presenta la mayor incidencia de pobreza con 38,7%, seguida por Caazapá (34,7%), San Pedro (34,2%) y Concepción (31,1%). En el extremo opuesto se sitúan Asunción (7,3%) y Central (14,7%), confirmando la concentración de oportunidades en la región metropolitana.
Distritos: Paso Barreto registra la mayor pobreza con 53,3%
El análisis distrital revela contrastes aún más marcados. Paso Barreto, en Concepción, encabeza la lista con 53,3% de pobreza, mientras Fernando de la Mora registra la menor incidencia con 3,7%. Esta brecha de casi 50 puntos porcentuales ilustra la heterogeneidad estructural del país.
Los 17 distritos con mayores tasas de pobreza se concentran principalmente en Alto Paraguay, Caazapá, San Pedro y Concepción. Además de Paso Barreto, destacan Sargento José Félix López (51,3%) y San Alfredo (49,6%), ambos en Concepción. Le siguen Dr. Moisés S. Bertoni (47,4%) en Caazapá, y San Vicente Pancholo (47,1%), Antequera (46,6%) e Yrybucuá (46,2%) en San Pedro.
Completando la lista de los 17 distritos más pobres se encuentran La Pastora, Karapaí, Mayor Julio Dionisio Otaño, Yhú, Gral. Eugenio A. Garay, San Joaquín, Santa Rosa del Mbutuy, Paso Horqueta, Yasy Cañy y Juan de Mena.
Asunción: segregación socioespacial en la capital
Dentro de Asunción, el estudio revela dinámicas de segregación socioespacial pronunciadas. Mientras el capitalino promedio es de 7,3%, el barrio Mburicao registra apenas 0,03% de pobreza, contrastando dramáticamente con San Miguel, donde alcanza 42,5%.
Según el especialista en Investigaciones sobre Pobreza del INE, Celso Ovando, entre 2 y 3 zonas de Asunción presentan «mayor nivel de pobreza», mientras el resto muestra «niveles muy bajos de pobreza».
Concentración urbana de la pobreza
Paradójicamente, aunque las tasas de pobreza tienden a ser menores en los centros urbanos, estas zonas concentran el mayor número absoluto de personas pobres. Ciudad del Este alberga el 4,5% de la población pobre nacional (54.960 personas), seguida por Capiatá (2,8%), Caaguazú (2,7%), Luque (2,6%), Limpio (2,3%) y San Lorenzo (1,9%).
Pobreza monetaria vs. necesidades básicas insatisfechas
El estudio introduce una perspectiva adicional al comparar pobreza monetaria con necesidades básicas insatisfechas (NBI). A nivel nacional, el 28,3% de los hogares presenta al menos una carencia básica, lo que permite identificar territorios donde la pobreza responde a limitaciones de ingreso versus déficits estructurales.
En la Región Occidental, especialmente en el Chaco noreste, la pobreza monetaria se superpone con altos niveles de NBI, reflejando privaciones estructurales multidimensionales. En la Región Oriental, algunos distritos muestran altos niveles de pobreza monetaria pero menores carencias básicas, confirmando que los factores estructurales operan diferenciadamente según el contexto geográfico.
Desafíos: cuando las cifras van más allá del crecimiento económico
La experiencia paraguaya confirma la posición del Banco Mundial y UNICEF: el crecimiento económico por sí solo no basta para erradicar la pobreza infantil. Se requieren inversiones específicas en infraestructura, capital humano e instituciones, además de políticas de protección social amplias y sostenibles.
El nuevo mapa de pobreza ofrece una herramienta crucial para el diseño de políticas territorialmente diferenciadas. La heterogeneidad revelada valida la necesidad de abandonar enfoques uniformes y desarrollar estrategias que reconozcan las especificidades locales, desde las carencias estructurales del Chaco hasta la segregación urbana de Asunción.
Para Paraguay, con 6,1 millones de habitantes según el Censo 2022 y aproximadamente 1,2 millones en situación de pobreza, el desafío consiste en acelerar la reducción de la pobreza infantil mediante políticas que garantizan acceso universal a salud, nutrición, educación y sistemas de apoyo social, rompiendo definitivamente el ciclo intergeneracional de privación desde la infancia.